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LA EXTRAÑA PAREJA
Columna
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Hombres como ya no quedan

Pasan los años, se suceden las crónicas de agosto y el apartado Hombres no deja de mejorar. Recuerdo casi con autodesprecio que, el verano pasado, yo misma sentía alegrárseme los flancos al contemplar a galanes de la talla de Bush hijo vestido de cowboy, o de José María Aznar ataviado de contable chileno en sus rituales visitas al Rey en Marivent. Sin embargo, este agosto que nos ocupa ha obsequiado a la degustadora de varones de fuste con un ejemplar de valor incalculable, el llamado Kim Jong-il, un baranda a quien creo que la prensa internacional no ha hecho justicia con motivo de su reciente viaje a Rusia en tren y por las estepas.

Aunque reconozco que sólo el encuentro entre Rajoy y Balza supera en iconoclastia indescriptible al abrazo que se dieron el capo ruso y el norcoreano, he de resaltar que este último resulta mucho más excepcional, algo así como la cúspide de lo masculino clásico (entre Howard Hughes y el gulag), seguido a mucha distancia por Ariel Sharon en el capítulo ardor guerrero, y por Silvio Berlusconi en el apartado manos largas. Pero Sharon tiene el aspecto de aquel personaje que en la película Yellow submarine se comía cuanto encontraba y acababa fagocitándose, mientras que Berlusconi puede disponer de una pasta gansa y de inmenso poder, pero, queridas, siempre me da la impresión de que en los cunnilingus se le pueden soltar los dientes postizos, y con el castañeteo como que no te concentras. En cambio, mi Kim posee, gracias a que le peina un antenista parecido al que a mí me orienta hacia los satélites, un punto punki completamente zarrapastroso. Lo cual constituye un alivio ahora que la gente roba para comprarse cien trajes de Armani.

Una amiga que también aúna lo pútrido y lo cutre (aunque ella es necrófila y se limita a alimentar fantasías eróticas relacionadas con Jesús Cardenal) me hizo notar la carga de sensualidad que transmite el líder norcoreano Hombres como ya no quedan

Hasta ahora me entretenía webeando por Internet para extasiarme con el palmito de Fujimori vestido de llama andina, que sonríe seductor desde su página, pero una amiga mía que, en sus aficiones libidinosas, también se las arregla para aunar lo pútrido y lo cutre (aunque ella, que es necrófila, se limita a alimentar fantasías eróticas relacionadas con Jesús Cardenal), me hizo notar la carga de sensualidad que transmite el mandatario de la Corea comunista, así como las afinidades que nos unen:

-Al fin y al cabo -dijo-, los dos preferís viajar en tren. ¿Y no te dan ganas de bajarle la cremallera de la airosa chaqueta de cuello Mao con que cubre su entrañable cuerpo de tonelillo?

Sí, lo confieso, me conmovió la compleja personalidad de este Kim, capaz de mantener a su pueblo en un puño y, al mismo tiempo, de mostrar la sensibilidad necesaria para viajar en tren, ese medio al que sólo aspiramos los románticos. Únicamente con imaginarle atravesando la sabana, aislado en su vagón, se me ocurrieron cantidad de ensoñaciones tipo Emmanuelle se entretiene gracias a Renfe. Porque tomen nota de la delicadeza del líder: antes que subir a un avión (aparatos crueles que lo mismo sirven para transportar a iracundos pasajeros encogidos en clase turista y listos para amotinarse, que para bombardear Hiroshima y Bagdad), él prefiere meterse en un tren blindado, librando así a la Humanidad de sus efluvios, a todas luces anabolizantes. Eso me erotiza: imagínenle en su tren, yendo al lavabo, en pijama, y enarbolando un cepillo de dientes a juego con el tupé.

Lo cual me lleva, ya que he rozado el tema de los aviones, a una reflexión tranquilizadora. Pues gracias a la irrupción del síndrome de la rabia aérea, hemos descubierto que existe un experto en Medicina Aeroespacial, concretamente uno que trabaja para Iberia. Espero que AENA tome ejemplo y meta en nómina también a un especialista en Medicina, rama Aquí en el Aeropuerto y Hasta el Coño. Eso ampliaría el espectro masculino de agosto, y reduciría nuestro descrédito en el extranjero desde el colapso de Son Sant Joan. Así, en tierra, ante una huelga de transporte o cualquier otro motivo de retraso, no habría que gritar la socorrida pregunta '¿hay algún médico entre los presentes?', porque el de la bata blanca en plantilla se precipitaría motu proprio sobre las señoras con los colgajos de auscultar en mano.

Kim Jong-il

'Imagínenle en su tren, yendo al lavabo,

en pijama y con cepillo de dientes

a juego con el tupé'

Kim Jong-il.
Kim Jong-il.

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