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Reportaje:Campeonatos del Mundo de Edmonton | ATLETISMO

Los 800 son cosa de sajones rubios

El duelo Schumann-Bucher promete deparar un carrera apasionante

Carlos Arribas

Los grandes héroes del atletismo occidental blanco, y también los españoles, han salido del medio fondo. De los 800 o de los 1.500 metros. Snell, Elliot, Ryun, Coe, Ovett, Walker, Cacho... Grandes nombres que hicieron grande una especialidad. Fueron los dominadores hasta que el atletismo se convirtió verdaderamente en un deporte profesional, hasta que los atletas africanos, kenianos de la sabana, marroquíes del Atlas, tuvieron la oportunidad de empezar a vivir dignamente de correr deprisa. Otra mitología africana se superpuso a la anglosajona. Keino, Rono, Kipketer, Auita, Morcelli, El Guerruj fueron los nuevos dioses.

El 800, especialmente, vivió décadas de monopolio keniano, casi de monopolio unipersonal de un keniano, luego nacionalizado danés, Wilson Kipketer, que aún detenta el récord mundial con unos increíbles 1.41.11 m. Los kenianos han ganado los 800 metros en los últimos seis mundiales. ¿Serán capaces de ganar el séptimo? Muchos piensan que no. No, y no solamente por la ausencia de un envejecido Kipketer, pues tras él el vivero inagotable de la meseta de Eldoret no ha cesado de generar grandes cracks, atletas naturales. Los especialistas piensan, sobre todo, que Europa ha dado por fin con una generación especialmente preparada para tomar el poder. No hablan de un atleta, ni de dos, sino de tres rubios capaces de dominar la especialidad en la década recién comenzada. De los tres, uno, el prodigio ruso Yuri Borzakovski, no está en Edmonton. Quedan dos, dos atletas enormes, el alemán Nils Schumann y el suizo André Bucher. Los dos prometen que saltarán chispas de su duelo. Los dos, como sólo los grandes pueden hacerlo, tienen dividida a la afición. Los dos hablan alemán y han hecho soñar en sus semifinales. Uno se entrena en Saint Moritz, el otro en Berlín.

Nils Schumann, de 23 años, fue el encargado en Sydney 2000 de acabar con las esperanzas de Wilson Kipketer, tricampeón mundial, de ganar su primer oro olímpico. Es el atleta atípico. Aire bohemio. Patillas grandes, a la moda. Tatuajes. Parece que acaba de llegar de un barrio de okupas. Un talento único para el atletismo. Desprecia el Grand Prix y todos los meetings alimenticios y desaparece de escena durante largas temporadas, pero cuando se acerca la gran competición, un Mundial o un Europeo, sale de nuevo a la superficie.

Afirma algo así como que ha estado lesionado y que sólo está al 90% y empieza a competir. Y a maravillar. Como hizo en la última recta de su semifinal. Atletas de Kenia, de Burundi, de Marruecos, de Suráfrica y de Botswana dominaban el frente en un intento de entrar entre los cuatro elegidos. Entre ellos, encerrado en la calle uno aún a 80 metros, Schumann parecía un gigante, 1,92 metros de hombre desamparado. Pero entonces, con una facilidad increíble, empezó a sortear rivales sin cesar de avanzar con su zancada firme, un quiebro de cadera y calle dos, una diagonal y calle tres, y así hasta entrar entre los primeros. Eso, en apenas 40 metros. Y una vez conseguida la clasificación, relax.

André Bucher, de 24 años, creía que podía ganar la final de Sydney. Y en esa faena estaba cuando un empujón del italiano Andrea Longo en la última recta lo mandó al césped. El suizo, de mentalidad fija, no ha olvidado aquel incidente. A partir de entonces, el mediofondista de Neudorf ha corrido siempre de la misma manera: muy deprisa y por delante. 'La gran diferencia con el año pasado es que entonces necesitaba una liebre para marcarme un ritmo rápido y ahora soy capaz de hacerlo yo mismo', explica Bucher, que, con 1.42.90 detenta la mejor marca mundial de los últimos dos años. 'Así puedo ir por delante y evitar el grupo y el peligro de caídas'. Rígido. Ordenado. Ganador. Ha corrido todo el Grand Prix y está imbatido esta temporada.

Impresionante también, aunque de manera diferente a Schumann. Le falta el instinto de artista de su rival alemán. Como se vio en su primera serie y en su final. En la primera carrera se puso en cabeza desde el principio. Marcó el ritmo y fue capaz en la última curva, cuando se le aproximaban los africanos, de cambiar una vez más de ritmo y llegar primero, su marca de fábrica en series. En la semifinal se conformó con cambiar de ritmo a falta de 350 metros y llegar otra vez solo. 'Donde otros ven presión, yo veo un desafío', dice, feliz en la piel de favorito.

Nils Schumann celebra su triunfo en los Juegos de Sydney.
Nils Schumann celebra su triunfo en los Juegos de Sydney.BERNARDO PÉREZ

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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