Un agridulce sabor de boca
Mucho calor hizo ayer domingo en las Ventas. El cartel había ilusionado a la gente y a la afición, y la dejó como entre Pinto y Valdemoro, con gotas de azúcar bueno en la boca, que al final no cuajaron adecuadamente, ya que los toros del conde de la Maza mansearon más de la cuenta y les faltó fuerza y temperamento.
Pepín Jiménez, en su primero, dejó la estela de su gusto y torería tan personal. Un toro noblón, justo de fuerzas, con un pitón derecho manejable, al que no se le podía obligar y al que el torero de Lorca aprovechó por ese lado en cinco series de derechazos templados a media altura y de corto recorrido. La última, serie de frente, fue la más conseguida y celebrada. Cerró la tanda con un pase de pecho ligado, cambiándose de mano, que levantó murmullos de aprobación.
Maza / Jiménez, Pauloba, Romerito
Toros del Conde de la Maza, bien presentados, de juego irregular, mansos, blandearon mucho; 5º y 6º, inválidos, fueron devueltos. 1º, Criado Holgado, mansazo; 2º, Ángel Sánchez, noblón y flojo. Pepín Jiménez: estocada baja (palmas); estocada (ovación). Luis de Pauloba: media baja y atravesada (palmas); estocada caída y tres descabellos (ovación). Romerito: estocada desprendida (leves palmas); media en lo alto (silencio). Plaza de las Ventas, 5 de agosto. Menos de media entrada.
El torero de Lorca saludó a su segundo, un castaño de buena lámina y pitones, a base de tres verónicas y una media de repajolera esencia, que llegaron a los tendidos y suscitaron gran revuelo, tres buenos lapazos, según expresión castiza, que hicieron soñar al personal. Pero el toro fue mal picado, mala idea y peor ejecución, en chiqueros, después de salir suelto sin que nadie lo sujetara en los medios como es de ley, y acusó el castigo. En la muleta se defendió y dió pocas opciones. En los pases de tanteo pudo Pepín Jiménez señalar unos estatuarios y un muleteo por delante, templado y de regusto, para sacar al toro a los medios. Poca suerte tuvo Pauloba en su primero. Un toro manso, que recibió la primera vara en chiqueros, al relance y que se rajó en el tercio de muleta. Estuvo decidido el torero de Aznalcóllar, tanto en el capote como al coger espada y muletear, y le robó un solitario lance suelto de clase y tronío y tal o cual derechazo o trinchera con sabor, el compás en su punto. Consintió a la res más de lo que se merecía, se cruzó y buscó las embestidas pobretonas del toro. En su segundo, Luis de Pauloba tampoco tuvo a su favor la fortuna de un buen toro, todo lo contrario, el titular no podía sostener su estampa, y el sobrero de Criado Holgado punteaba la muleta y se quedaba corto. Al final de la faena, se echó la muleta a la izquierda y sembró el albero con dos naturales y una trinchera marca distinguida, a favor de querencia.
Manuel Romero, Romerito, tuvo en su primero un toro de fuerzas regulares y embestida noble. Un burel que en el caballo hizo una pelea discreta y mansa. El torero madrileño lidió bien con la capa en los lances de saludo, y en el último tercio dio distancia y toreó por los dos pitones, en pases templados, cuando tiró a tiempo del noble condeso, y le tropezaba la muleta sino medía la distancia a modo. En el comienzo del trasteo, y mediada la faena, dibujó derechazos o ayudados, que tuvieron prestancia y buena concepción. Sufrió dos desarmes y no se le pudo negar el afán de agradar. En su segundo, Romerito estuvo voluntarioso y confiado ante el sobrero de Ángel Sánchez. Suavón y de poco fuelle, que iba sin complicaciones por los dos pitones y decía poco, no producía emoción su viaje soso y entregado. En consecuencia con el toro, Romerito le recetó una faena de series entonadas, que transmitieron escasa emoción y dejaron frío al público. El torero madrileño cumplió y dejó abierto su crédito, que es de esperar pueda disfrutar en forma de nuevos contratos.
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