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Música, baile y brindis con cava en la fiesta de despedida

Carne a la parrilla, música de El Último de la Fila y cava, mucho cava. Así celebraron el viernes los trabajadores de Sintel la que sería su última noche en el campamento de la esperanza. Tras 187 días instalados en el paseo de la Castellana, había llegado el momento de despedirse, y los numerosos trabajadores que aún no habían regresado a sus hogares se entregaron a una larga noche de festejos en la que no faltaron los cánticos, las sevillanas y todo tipo de bromas. Eusebio, de Guadalajara, regaba con una manguera a sus compañeros despistados: 'Como tenemos al alcalde cabreado, nos pone el agua fría'.

No muy lejos de allá, frente a la caseta de Albacete, un grupo de 20 trabajadores reunidos en torno a una mesa repleta de botellas vacías entonaba el Canta y no llores. Poco recordaban aquellas escenas de alegría a las vividas durante los seis meses de acampada. La numerosa presencia de mujeres y niños era el viernes otro síntoma más de la felicidad que reinaba en la Castellana.

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Casi nadie tenía intención aquella noche de dormir. Pero por si acaso, el estallido de fuertes petardos sonaba desde la sección asturiana del campamento. Unos metros más abajo, dos valencianos, Nicesio y Paco, charlaban al fresco mientras apuraban sus bebidas. Dentro, en el comedor de Alicante, Rafa reclamaba 40 duros a sus compañeros 'para el gasoil de la furgoneta'. Sin embargo, su iniciativa tuvo poco éxito ya que la atención la centraba en ese momento un trabajador que zapateaba y se desnudaba sobre una de las mesas.

Cuando ya eran cerca de las dos de la madrugada, la música dejó de sonar en los altavoces situados en lo alto de un camión. La fiesta se trasladó entonces al interior de los cobertizos, en su mayoría adornados con pintadas como 'Mami, ya vuelvo', o 'Se alkila'. Nadie pensaba esa noche en recoger al día siguiente: 'Mañana ya veremos', decía Ángel, 'ahora toca divertirse'.

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