_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Nicot

MARTÍ DOMÍNGUEZ

Me pregunto si ha dado algún resultado la publicidad antitabaco emitida estos meses pasados en televisión. Desde luego, a mi alrededor la gente sigue fumando como siempre, e incluso algunos amigos se han pasado al 'purito', con gran regocijo ante el placer del nuevo vicio adquirido. Alejandro Dumas hijo se preguntaba si el verdadero fumador es susceptible de sentir amistad: 'Obligado a optar entre el amigo y el cigarro, ¿a cuál renunciaría?'. Es una buena pregunta, aunque la respuesta parece evidente. Eso, claro, no significa que el verdadero fumador no pueda tener amigos, pero han de ser fumadores. O pacientes inhaladores de humo ajeno. Cuando un amigo nos pregunta si nos importa que fume, resulta muy difícil decirle que no, y si lo haces en seguida descubres en sus ojos una cierta incredulidad: '¿No pretenderás que esté toda la noche sin fumar?'. Aunque peor es cuando intenta que el humo no nos afecte, y aleja el cigarrillo, o lo oculta debajo de la silla, en una contorsión un poco grotesca. Porque suele ocurrir que finalmente es el humo ('venenoso', escribe Dumas) de la mesa de al lado el que llega a nuestras narices, donde otro educado contorsionista hace equilibrios con su cigarrillo. La verdad es que resulta sorprendente que Dumas hijo escribiese en pleno siglo XIX una diatriba antitabaco. ¡Qué hubiese dicho el autor de La Dama de las Camelias de saber que el tabaco produce cáncer! Ya Voltaire, el año 1762, comentaba con escepticismo: 'Se sugiere a los hombres controlar sus pasiones... Intentad tan sólo impedir tomar tabaco a uno acostumbrado a hacerlo'. En fin, quizá lo más curioso sea que el tabaco se introdujo en Europa como planta medicinal: en 1560, el embajador Jean Nicot regaló a Catalina de Médicis unos polvos de tabaco traídos desde Florida para curar con emplastos las migrañas. Catalina, agradecida, los llamó 'nicotiana'. Nicot nunca supo los efectos secundarios que producía, y murió con la enorme satisfacción de observar como su planta hacía fama en Francia. Hasta el extremo de ser conocida con el sobrenombre de la 'Hierba Santa'.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_