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ANTONIO FERNÁNDEZ ALBA | ARQUITECTURAS

Comprensión entre teoría y práctica

Una búsqueda bibliográfica sobre Antonio Fernández Alba (Salamanca, 1927) ofrece un amplísimo panorama ensayístico sobre la creación arquitectónica, y no faltan, incluso, aportaciones poéticas. De ahí que resulte doblemente agradable visitar la Casa de Cultura de Vitoria (dedicada principalmente a labores de biblioteca), una de sus cuatro aportaciones en el territorio alavés y, por extensión en el País Vasco, edificio que diseñó a comienzos de los años 70 y que está a punto de cumplir 26 años desde su apertura.

Se trata de una construcción sobre todo funcional, que trata de incorporarse a los jardines de La Florida sin estridencias. Está ubicada en el solar donde antes estuvo la casa del jardinero y la fábrica Larramendi y su fachada se abre al mediodía, en lo que es el único elemento del edificio que ofrece cierto tratamiento estético.

PERFIL

La vanguardia de los últimos 50 años pasa por Fernández Alba. Colaborador del grupo El Paso, por ejemplo, su obra bebe de los principales creadores de este siglo, como se ve en el Tanatorio de Madrid o en el campus de la Universidad de Castilla-La Mancha

Porque la decisión de Fernández Alba (que tuvo la colaboración del arquitecto vitoriano José Erbina, con quien firmó el resto de los trabajos en Álava) fue la de crear un proyecto de carácter funcional. Así lo entendió el jurado del Premio Olaguibel de 1979 que otorgó el galardón a este trabajo, que incorpora, además, ciertos toques organicistas que suavizan sus formas y lo integran en en entorno.

Cuenta con tres plantas en un lado y cinco en el otro, que dan cabida a la que ha sido durante el último cuarto de siglo la mejor biblioteca pública del País Vasco. Sus salas de préstamo, consulta y hemeroteca ofrecen un servicio que hasta hace muy poco era desconocido en el resto de la comunidad.

Fernández Alba y Erbina sólo se permitieron ciertos atrevimientos en el exterior, que se caracteriza por un sutil juego de elementos contrapuestos: paramentos muy abiertos, de superficies lisas en los que dominan las líneas rectas y ascendentes, de cierto sabor goticista, alternan con muros ciegos y curvos de superficies rugosas y estriadas. Y ya, en el interior, destaca la solución de la iluminación natural con grandes tragaluces circulares dispuestos en toda la amplia sala de consulta que ocupa la última planta.

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Este edificio puede ser una buena metáfora para lo que es la tarea arquitectónica de Fernández Alba. Se trata de uno de los arquitectos españoles contemporáneos más empeñados en configurar la idea de la arquitectura desde los presupuestos que engloban teoría y práctica en un proceso unitario.

Sus primeros trabajos siguen una evolución próxima a los supuestos organicistas, lo que todavía se puede vislumbrar en las obras realizadas en Vitoria junto a Erbina. Pero, además, el creador salmantino también atendía a los planteamientos contemporáneos sobre el papel que juega la arquitectura en la configuración de las ciudades.

La huella de Fernández Alba, en colaboración con Erbina, se aprecia en otras obras, como el Hospital de Santiago, donde llevó a cabo una de las reformas más importantes, en 1975. De ese mismo año son también las casas del Paseo Cervantes, primera propuesta en la ciudad de una residencia entre el bloque de viviendas urbano y la casa unifamiliar.

La solución adoptada consiste en agrupar en bloques de seis viviendas, con espacios libres comunes para el uso privado de sus propietarios. El origen de esta forma de vivienda hay que situarlo en las experiencias austriaca y alemana de los años 20, aunque en aquel caso estaban orientadas hacia la clase obrera y no al sector medio-alto, como ocurre en Vitoria. La otra vivienda, de 1976, en la calle Álava, sigue estos presupuestos, aunque no goce de la fama del resto de los proyectos.

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