'¡Que viva España!'
'¡Que viva España!'... Los jugadores de la selección española y los escasos aficionados que se quedaron a la ceremonia de entrega de medallas tras la final comenzaron a cantar la canción en vista de que el himno español no sonaba por megafonía. '¡Que España es la mejor!', gritó, con más fuerza que nadie, el visceral guardameta Rollán. Pero la insólita situación en una gran competición, y en un país como Japón, se agravó todavía más. Tras varios minutos con los tres equipos medallistas en el podio, España, Yugoslavia y Rusia, el locutor de la organización anunció que, al haber problemas para oír el himno, se subirían las banderas en los mástiles y que los jugadores podrían cantarlo. Sólo pudieron tararearlo, lógicamente, en unos esperpénticos momentos, sólo salvados por la improvisación y la alegría de los jugadores españoles.
Momentos antes, Emilio Martínez, miembro de la comisión ejecutiva de la Federación Internacional de Natación, fue el dirigente encargado de entregar las medallas. Dio un particular abrazo a Iván Pérez, el jugador cubano, nacionalizado español, al que su país de origen, como a Niurka Montalvo, impidió participar en los Juegos Olímpicos del año pasado acogiéndose a la norma del COI de no haber pasado dos años desde su nacionalización. La decisión, evidentemente, no dependió de Martínez, sino de Fidel Castro directamente, y por eso Pérez le devolvió el abrazo.
Joan Jané, el técnico español, que se bañó en la piscina con gafas incluidas, como es tradicional, recordó las claves del éxito: 'Hemos tenido una gran defensa en la que basamos todo nuestro juego. Con casta y fe, los jugadores arroparon a Rollán, que ha vuelto a demostrar que es el mejor portero del mundo. Salió bien y de esa forma pudimos llevar adelante todo lo que habíamos planeado. Teníamos muchísima ilusión por revalidar el título y no hemos decepcionado'.
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