El orden lógico reina por fin
Kivilev cede a Beloki el último puesto del podio en una contrarreloj ganada por Armstrong
Armstrong-Ullrich-Beloki. El orden natural del Tour, la jerarquía establecida desde la primera llegada en alto, el mismo podio del Tour 2000, se restableció, final y lógicamente, en 61 kilómetros abrasantes de dura contrarreloj. Bajo un calor apenas mitigado por ligeras brisas laterales, y pedaleando sobre un horno de asfalto (60 grados centígrados de temperatura en la carretera), los tres mejores escaladores, los tres mejores corredores de los dos últimos tours, acabaron con la locura introducida en la clasificación general el lluvioso y helador domingo de Pontarlier. Con rapidez, Beloki apeó del podio al kazajo resistente, al hábil Kivilev. Fue el día en que todo salió según lo previsto salvo por un detalle nada insignificante.
Sí, Armstrong arrasó. No, Ullrich no quedó segundo. Segundo, rompiendo una relación histórica, el 1-2 Armstrong-Ull-rich, se infiltró un vitoriano fuerte y robusto. Un corredor eficaz, pero oscuro en este Tour, que llegó al día del último ejercicio importante con las suficientes reservas y el necesario grado de motivación como para permitirse dejar una marca de ciclista grande. La huella que no dejó en la montaña la imprimió ayer Ígor González de Galdeano, el mismo sorprendente corredor que ganó el prólogo de la Vuelta 99 inesperadamente, en la contrarreloj de los ajustes de cuentas.
El ciclista del ONCE-Eroski, que, como todos los de su equipo, salió sprintando, obtuvo ya sobre Ullrich, un ciclista pesado, de habituales salidas lentas, una ventaja de 9 segundos en los 21 primeros kilómetros. La diferencia alcanzó una meseta de 22 segundos en el kilómetro 43, y a partir de ahí comenzó a disminuir por dos factores. A Ígor se le durmió la pierna izquierda (arrastra desde la temporada pasada un problema de arteria ilíaca), con lo que debió adoptar una postura menos aerodinámica, y Ullrich, poco a poco, fue reencontrándose con su ser. Fue un despertar tardío. El alemán, el hombre que introdujo la necesaria pasión en el Tour más geométrico y unidireccional de los últimos años, soñaba con una victoria de prestigio en la última oportunidad. Ni Armstrong, que necesita seguir alimentando su fama, ni Ígor, que sueña con seguir creciendo, se lo permitieron. Y de una manera inaudita conforme se pensaba hace ya cuatro años, Ullrich ha perdido, ¿definitivamente?, su aura de dominador: su rostro, sus mofletes de lozanía, poco a poco le asemejan cada día más a la figura de un gran segundo, pero segundo. La segunda plaza de París será la cuarta que consiga en cinco participaciones en el Tour. La otra fue un primer puesto. Y sólo tiene 27 años. Joop Zoetemelk, el holandés infatigable, fue seis veces segundo (y una vez primero).
La contrarreloj del infierno encerraba otras dos luchas subterráneas. Herencia de Pontarlier. Una se resolvió rápidamente. Con un sopapo de potencia, y fulgurante salida, Beloki apagó el ardor entusiasta de Kivilev. En el kilómetro 27, el más apropiado para un 27 de julio, Beloki ya había enjugado los 80 segundos de diferencia, y sólo la indesmayable resistencia del kazajo, que se agarró como pudo a la rueda de Ullrich al final, soñando con un desfallecimiento del vasco, le impidió doblar la diferencia en la segunda parte. En la otra, el Kelme consiguió resistir y terminará repitiendo triunfo en la general por equipos (lo que le asegura automáticamente su invitación al Tour 2002). Finalmente, la locura de Pontarlier dejó su marca: el ONCE-Eroski, que termina con tres entre los nueve primeros de la general (y tres entre los seis de la contrarreloj), quedó segundo por culpa de los 35 minutos que regaló al Kelme Aitor González en la ya histórica escapada, justamente la primera partida de póquer ganada por Armstrong a todos los demás.
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