Certidumbres

En un mundo incierto las certezas son deseables. No sentir el vértigo de lo imprevisto, lo hipotéticamente desagradable de una sorpresa aún no desvelada o el desbarajuste asociado a algo inopinado acaba resultando deseable. Al menos para algunos. Pues bien, en este mundo incierto aún quedan cosas que no deparan sorpresa, cosas que son exactamente lo que se intuye y deparan el calor del reencuentro con lo esperado. El Grec, un festival poco abierto a las sorpresas quién sabe si por vocación, tiene desde hace años una carta, varias de hecho, que favorecen el encuentro con la certidumbre. Ejemplo: George Benson.

De Benson se podrán decir muchas cosas, pero nunca engaña. Se conoce de antemano lo que se va a escuchar, también se sabe que la cosa sonará bien, que los músicos de acompañamiento serán impecables y que en el repertorio sonarán 20/20, On Broadway, Give me the night entre otras eternas canciones del artista a las que en el Grec se sumó The Ghetto de Hataway. ¡Ah!, hubo una sorpresa, y mayúscula, ya que el concierto concluyó con un solo de batería, algo que debe de ser histórico en los anales de la música en directo.

Al margen de ello no hubo más sorpresa y todo fue comprobar cómo las certezas iban cayendo una a una. Benson es un músico que hace tiempo decidió que iba a hacerse rico masajeando los oídos de sus admiradores con melodías de almibarado registro deslizándose sobre bases de regusto negro ora soul, ora jazz, ora funky. Benson hace bien lo que hace, de forma que quienes pagan por verle jamás se sienten estafados. Nada que objetar. Otra cosa es que lo mejor de un concierto sea que no dé lugar a la incertidumbre y empalague hasta hacer peligrosa la asistencia a los diabéticos.