Uruguay elimina a Costa Rica y acaba con el 'show Wanchope'
La Copa América se quedó sin su futbolista predilecto. Sin Wanchope, el rey de los goles (cinco con el de ayer), de los regates, del espectáculo; la alegría del torneo. Una bofetada de oficio terminó con él. Se la propinó Uruguay, que arrugó la cara y se aplicó en contestar el entusiasmo incorregible de Costa Rica con un ejercicio muy profesional. Marcaron primero los ticos, en otra jugada Wanchope, claro, pero Uruguay no se inmutó: cogió el partido de la solapa, descubrió inocencia detrás del juego fresco de Costa Rica y le dio vuelta al resultado (1-2). Contra pronóstico, se metió en semifinales, donde se las verá con México, que pasó sin excesos (2-0) ante Chile, que no es nada.
En realidad, el México-Chile sirvió para recordar todo lo que pierde la Copa América sin Wanchope y su selección. El torneo ha caminado por un lado, con juego soporífero y desganado, y el 9 de Costa Rica por otro, con imaginación y movilidad al servicio del resultado, pero también del entretenimiento. También ante Uruguay, Costa Rica asumió su compromiso habitual con el balón, la mirada obsesiva en el marco enemigo, el fútbol de movilidad y asociaciones. Aunque, por culpa de una hierba altísima que ralentizaba el juego, sin la pericia de otras tardes. Uruguay compensó con inteligencia las virtudes del enemigo. Le fue comiendo terreno, empujándolo hacia atrás poquito a poco y durmiendo su alegría. El partido parecía suyo cuando se alcanzó el descanso. Pero nadie como Wanchope para desmentir percepciones: agarró la pelota en la mitad de su campo de ataque, tiró un regate largo entre tres defensas uruguayos y, arrollando en falta al último, Curbelo, se plantó solo ante el meta y le batió por raso.
El gol acabó, paradójicamente, con Costa Rica, que no comprendió que su fuerte es la pelota, y su ruina, un inocente dispositivo defensivo. A Uruguay le bastaron nueve minutos para, con sólo añadir profundidad ganarse el empate. Uruguay, temerosa de cualquier nueva ocurrencia mágica de Wanchope (de hecho, tuvo una que acabó en un gol que el linier se equivocó al invalidar), dejó de exponer. Y cuando la reunión parecía condenada a los penaltis, un zapatazo lejano de Lima dejó al torneo sin su futbolista favorito. Se acabó el show de Wanchope.
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