_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tics

Ya se sabe que en la mayoría de los casos los tics no se pueden evitar, puesto que para ello son necesarias grandes dosis de autocontrol, algo que no está al alcance de todo el mundo. Por eso, es normal que de vez en cuando se manifiesten, a pesar de los esfuerzos que muchos políticos hacen para evitarlos. Casi siempre acaban repitiéndolos. El más reciente ha sido el de la censura, que es también el más habitual. El proyecto del nuevo director de la Mostra de Valencia de programar en la próxima edición un ciclo dedicado al cineasta valenciano Carles Mira, que incluiría la proyección de La portentosa vida del pare Vicent, ha hecho aflorar de nuevo en nuestros gobernantes el tic de la censura. No es nada nuevo. Ya sucedió hace unos años con una ingenua exposición de desnudos fotográficos que fue calificada de pornográfica y vetada por el Ayuntamiento. Y ha vuelto a suceder, casi de forma simultánea con el caso de la Mostra, con otra exposición fotográfica, esta vez de Francesc Jarque, que ha sido objeto de un intento de censura. Comprendo que el largometraje de Mira inspirado en los milagros del santo puede herir la sensibilidad de algunos fieles del patrón -aunque éste, probablemente, no se hubiera sentido ofendido-, pero no es de recibo que todo un teniente de alcalde se erija en vocero de esos sectores reaccionarios y dé rienda suelta a su tic censor sin, por otra parte, haber visto la película, como él mismo ha reconocido. Probablemente no es casualidad que el edil responsable de tal desatino sea al mismo tiempo el mandamás municipal de la cosa fallera, cuyo rancio órgano rector ha prohibido, hace bien poco, que las falleras vistan el tradicional blusón. Pero hay un detalle en este nuevo caso de tic censor: la película de Mira ya fue proyectada en la Mostra a finales de los ochenta. Entonces gobernaban los socialistas, que tienen menos tics -o los controlan mejor, que de todo hay-, y no pasó nada, a pesar de las amenazas de bomba y a las presiones ejercidas por los carcas de siempre. Es de esperar que ahora tampoco pase nada. Lo contrario indicaría que la derecha que nos gobierna, más que autocontrol para evitar los tics, necesita cirugía para corregir ese rictus censor. Háganselo mirar.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_