ETA
ETA ha puesto dos muertos sobre la mesa de Ibarretxe y Miguel Gila ya es ceniza, y sobre todo memoria de su extraordinaria representatividad. Desde que debutó hace más de 50 años en la compañía de revistas de Virginia Matos, Gila construyó una alternativa de la realidad, primero al catolicismo militarista de Franco y luego del desarrollismo como estrategia de alienación. Gila alcanzó tal grado de lucidez el día en que un pelotón de soldados del general Franco, Franco, Franco fingió que iba a fusilarle y luego resucitó de entre los muertos para ridiculizar la guerra, también la vida, desde el supuesto de haber nacido solo. Su madre unas veces se había ido a La Coruña a curarse un orzuelo; otras, a Torrelodones con parecido fin.
Cuando escucho la canción de Rafael León No te mires en el río, hit parade de 1947, inspirada en el Romance anónimo de García Lorca, o asumo el tratamiento de la vida y la muerte en los monólogos de Gila, reafirmo la idea de que las promociones de la guerra civil, tan relacionadas con la muerte, oscura y reaccionaria, estaban dotadas para construir la poética del absurdo de que las muchachas mueran ahogadas en los mejores ríos, aprovechando que su novio se ha ido a la Feria de Sevilla, o los toreros sean contratados lunes, miércoles y viernes por los rojos y martes, jueves y sábados por los franquistas.
Después de la guerra civil, prolongada por Franco y sus cómplices sociales hasta 1975, y la progresiva liquidación de los sucesivos GAL, la muerte es cosa de ETA, y, una vez cumplida la tarea de indignarnos, quedamos al borde del abismo con la sensación de que este pleito político se plantea, como todos, según una correlación de fuerzas y debilidades que no incluye los apriorismos éticos. Ibarretxe ha de recuperar los papeles sobre una mesa llena de cadáveres y el código civil del lehendakari difícil lo tiene frente al código militar de ETA. Palabras frente a cadáveres y sin la menor posibilidad de que un Gila del inmediato futuro construya un monólogo ad hoc. La muerte, este tipo de muerte en la España que empieza el siglo XXI, ya no es sorpresa, ni ruido. Es un correlato diseñado por ETA como empapada sombra sangrienta de una democracia sólo para españoles.
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