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Rusia acaba con los vestigios soviéticos en la propiedad de la tierra

La Duma aprueba la libertad de compraventa

Con los ojos del mundo todavía fijos en Moscú, pero mirando hacia otro lado (la designación de la sede de los Juegos Olímpicos de 2008), la Cámara baja del Parlamento ruso aprobó el pasado fin de semana, antes de irse de vacaciones, una pieza básica del programa de reformas de Vladímir Putin: el polémico Código de la Tierra, que legalizará la compraventa del bien más preciado que todavía se reservaba el Estado.

La apisonadora del líder del Kremlin ha logrado, gracias a la mayoría de que dispone en la Duma, agarrar sin quemarse la gran patata caliente, tal vez el último gran vestigio del régimen soviético, que se resistió a todos los intentos de su predecesor, Borís Yeltsin.

Con la oposición en los escaños y en la calle de los comunistas y sus aliados agrarios, el Código de la Tierra fue aprobado en segunda lectura (la tercera y última suele ser un trámite), por 253 votos contra 152. Las huestes de Guennadi Ziugánov, que han recuperado siquiera temporalmente su perdido papel de oposición, denunciaron infructuosamente que la nueva ley abre paso a otro 'saqueo de Rusia' como el ocurrido en los primeros años de la transición.

En aquella ocasión, a comienzos de los noventa, la privatización salvaje de grandes empresas estatales entregó medio país a precio de saldo a un grupo de magnates, en su mayoría miembros reconvertidos de la nomenklatura soviética. 'Putin', aseguró el sábado Ziugánov, 'está resolviendo de esa misma manera la cuestión de la tierra, que hemos defendido con nuestra sangre durante miles de años'.

El temor del líder comunista es que la privatización deje ese tesoro, consustancial con el alma rusa, en manos de extranjeros y de la élite 'antipatriótica' surgida entonces. De ahí el grito (acompañado de lanzamiento de huevos y piedras) que unos 300 manifestantes corearon el sábado ante la Duma: 'No a la venta de Rusia'.

Según el texto aprobado en segunda lectura, los extranjeros podrán comprar suelo excepto en zonas fronterizas. Parece que las restricciones incluirán al sur del país (donde está sin cerrar la herida de Chechenia), zonas de Siberia y el Extremo Oriente (donde Rusia y China nunca han dejado de mirarse con recelo) y el enclave de Kaliningrado. No está claro en este último caso cómo sería compatible la prohibición con el deseo de convertir la zona en un polo de expansión económica y comercial para aprovechar que el territorio será una 'isla' dentro de la UE en cuanto cristalicen los planes de ampliación comunitaria. El único consuelo que les queda a los comunistas es que, por el momento, no se legalizará la compraventa de las tierras agrarias, que será objeto de una ley diferenciada, aunque en algunas regiones ya se está experimentando con resultados desiguales.

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Los diputados han trabajado a destajo, incluso prolongando el periodo de sesiones, para dejar encarrilada la aprobación del paquete legislativo que, de aplicarse con rigor y sin los vicios habituales en un régimen dominado por la corrupción y la burocracia (también se discuten leyes contra ambas lacras), podrían cambiar la faz del país y hacerle mucho más atractivo para la inversión extranjera.

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