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Gran Premio de Gran Bretaña de Fórmula 1 | AUTOMOVILISMO
Columna
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El finlandés no se jubila

Se puede viajar desde lo más alto hasta la jubilación forzosa en un respiro. Hace un año, por estas fechas, Mika Hakkinen era el hombre fuerte de la fórmula 1. Había conseguido contrarrestar el explosivo comienzo de temporada de Michael Schumacher y Ferrari, reduciendo a casi nada la ventaja del alemán cuando empezaba a parecer inalcanzable. De paso, el finlandés resolvía por enésima vez la vieja querella con su compañero de equipo, el escocés David Coulthard, siempre dispuesto disputarle la primacía, aunque siempre sin éxito.

Luego no pudo ser. Schumacher resultó ser inalcanzable. Hakkinen perdió pie. Su última victoria se produjo en el Gran Premio de Bélgica a mediados de agosto. Desde entonces, la mala suerte parece perseguirle, desde la rocambolesca rotura de motor en la última vuelta del Gran Premio de España, pasando por las arrancadas fallidas, esa imagen desoladora del bólido clavado en la parrilla de salida, siendo desbordado por el río de todos los participantes y la hierática imagen de su esposa en el taller, mirando al cielo como pidiendo clemencia.

En las últimas semanas habían empezado a sonar rumores sobre su retirada. Desde su equipo, el patrón Ron Dennis mantenía silencio. Parecía, de ese modo, dar pábulo a las maledicencias: la carrera del finlandés volador, dos veces campeón del mundo, toca a su fin.

Ayer le llegó su revancha a este tipo sencillo y poco dado a los alardes verbales. No es Hakkinen un piloto fuera de serie, genial, de la casta de los Schumacher, Senna y demás. Tampoco es tan arrogante como ellos y muchos otros que no se lo deberían permitir. Tampoco tiene ya el mejor coche. Pero es bueno, muy bueno, y ayer supo aprovechar a su favor las circunstancias. La estrategia de dos paradas fue la correcta frente a la de Ferrari; el circuito de Silverstone se le da bien a los McLaren, y, además, ayer no era el día de Williams ni de quienes calzaban neumático Michelin. Hacía demasiado frío.

Así pues, se propuso aguarle la fiesta a Michael Schumacher, aplazar su entrada en la leyenda e impedir que igualara los 51 triunfos del francés Alain Prost. No pudo evitar, sin embargo, que el alemán aumentara su ventaja en el campeonato, que, ahora sí, parece ya inalcanzable. Pero sí que disipó todos los rumores sobre su posible retirada, poniendo a McLaren en la tesitura de decidir si le renueva o no el contrato, o permite que se lleve su pericia y su experiencia a otro equipo, que podría ser Toyota, donde se encuentra su compatriota Mika Salo y cuya entrada en el circo no puede ser por la cola, sino por delante. El relativo fracaso de los motores Honda no ha servido más que de acicate añadido al gran constructor japonés.

Ayer, de nuevo, por detrás de los tres grandes se colocó la escudería suiza Sauber, que monta motores Ferrari de la temporada pasada y con dos pilotos jóvenes y prometedores: el alemán Heidfeld y el finlandés Raikonnen, el protegido de Hakkinen. Se dice que Sauber tiene el mejor chasis y la mejor aerodinámica de toda la fórmula 1. Cabría preguntarse qué podría llegar a hacer de disponer de un motor realmente puntero. Pero los motores siguen siendo la gran asignatura pendiente. El revolucionario proyecto de Renault avanza muy lentamente; los Cosworth de Jaguar no superan la mediocridad. Fernando Alonso tiene razones para estar preocupado, aunque aprenda con rapidez y tenga a todo el mundo pendiente de su futuro.

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