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Patria mítica

Hace tiempo que tenía pensado escribir sobre Terra Mítica. También pensaba felicitar a quien hubiera elegido el nombre por el acierto en la elección, porque difícilmente podría un nombre sintetizar mejor el background de un proyecto. Porque de mito, tiene un rato largo, mientras que lo de terra -¡ay tierra!- denota claramente que detrás del proyecto lo que hay es un asunto de terrenos, esto es de especulación inmobiliaria.

Hasta el momento había reprimido esos impulsos, aunque eso no significara que no pensara que el hecho de que un proyecto como ése se convirtiera en el buque insignia del Gobierno Zaplana ponía de manifiesto cuanto de cutre hay detrás de la derecha valenciana. Que mientras en otros lugares se apueste por inversiones en nuevas tecnologías, que aquí se desperdicien las condiciones climáticas y de otro tipo para crear parques tecnológicos y facilitar la instalación de servicios avanzados, demuestra al fin y al cabo cuáles son las ideas de la derecha social y económica valenciana. Que se elija el modelo de Florida en lugar del de California, demuestra simplemente eso, que aquí hay siempre quien está más interesado en obtener el beneficio inmediato en lugar de preparar el futuro. Y si eso significa una cortedad de miras para los sectores empresariales, posiblemente sólo interesados en obtener el beneficio inmediato ligado a la especulación inmobiliaria, para los dirigentes políticos una imperdonable venalidad solamente explicable por los deseos de crear una red de intereses clientelares, detrás de la cual se adivina el deseo de convertir la Comunidad Valenciana en un territorio que sólo se diferencia de Sicilia por el hecho de que esto no es una isla.

Pero la represión de esos impulsos tenía algo de autocensura o tal vez la inconfesable sensación de que tenía que conceder un periodo de gracia para que el proyecto se consolidara y tuviera efectos beneficiosos. Desde luego jamás pensé que se pretendiera identificar de tal manera Terra Mítica con la esencia valenciana como para que se pensara que cualquier crítica fuera interpretada como un delito de lesa patria. Por muy poca estima que tuviera a quienes ahora nos gobiernan nunca pude llegar a creerles capaces de hacernos comulgar con ruedas de molino y confundir el patriotismo valenciano con los toboganes de Benidorm. Me vienen a la memoria quienes son los que confunden sus intereses propios con los de la colectividad que dirigen, y el sólo recuerdo de quienes incurren en ese error de tintes megalómanos y autoritarios no dejaría bien parados a quienes actúan como ellos. Pero ello no significa que no estuviera interesado en el tema, y como quiera que desde la Generalitat se hacía gala, como de costumbre, de oscurantismo y falta de transparencia, me dediqué a preguntar a la Comisión Europea tan pronto como supe que había una denuncia de las ayudas públicas, movida precisamente por Port Aventura. Y ¿qué quieren que les diga?, que el parque catalán, que había gozado de algo más que de ayudas de la Generalitat de Cataluña, se quejara ahora de una actuación parecida en la Comunidad Valenciana, no me parecía muy leal aunque en el mundo de los negocios la lealtad no sea un valor que se cotice al alza.

Pero como consecuencia de las averiguaciones que iba haciendo, mi inicial apoyo a Terra Mítica ante un expediente por ayudas públicas, fue quedando muy debilitado, y ahora sí, por motivos ideológicos. No tengo empacho en calificarme como un socialista de raíz liberal, (y no ahora que parece que esa va ser la ideología oficial sino hace tiempo, que yo siempre voy de heterodoxo) y eso significa una confianza plena en el mercado como mecanismo de asignación de recursos, si bien los poderes públicos deben garantizar determinados derechos tales como la educación, la sanidad y las pensiones, al tiempo que deben imponer a las empresas que prestan servicios públicos obligaciones de servicio universal para que todos los ciudadanos tengan acceso a determinados servicios a precio asequible y con independencia del lugar donde vivan o de su nivel de renta. Pero nunca he mostrado simpatía por las empresas públicas y mucho menos por las ayudas públicas salvo aquéllas coyunturales que resultan imprescindibles para mantener puestos de trabajo, o bien promover zonas deprimidas.

Ahora bien, desde esa doble óptica ideológica, es decir tanto desde el liberalismo como desde el socialismo democrático, esa política de la Generalitat resulta inaceptable. Carece de racionalidad económica que desde los poderes públicos se promuevan proyectos empresariales de contenido turístico en una zona no precisamente necesitada de promoción, de la misma forma que no resulta aceptable que se dediquen recursos públicos, siempre escasos a una empresa de esas características. Y por mucho que se quieran disfrazar las ayudas por mecanismos de ingeniería financiera, que existan convenios con la Agencia Valenciana de Turismo, que haya avales que no responden al criterio de inversor privado o que se concedan beneficios fiscales, pueden motivar que se abra expediente por ayudas públicas, sin que ello signifique prejuzgar la decisión final. Y ello por no hablar del coste de unas infraestructuras, cofinanciadas con fondos europeos, que no beneficia más que una empresa..., o a los propietarios de los terrenos colindantes.

En cualquier caso, seguía actuando de forma extremadamente prudente, aún cuando llamara la atención que entregaran al sector privado la educación o la sanidad mientras el sector público se dedicaba a construir tiovivos y toboganes. Pero cuando con toda la prudencia del mundo he tenido la osadía de hablar de estos temas he recibido una respuesta tan bestial, primero por una descerebrada con pañuelitos de Loewe y después del propio Zaplana, que he llegado a la conclusión que detrás del asunto de Terra Mítica hay mucho más de lo que se adivina. Porque al final me voy a creer que es tal el ataque de megalomanía que tienen algunos que después de estar tanto tiempo indagando sobre el hecho diferencial valenciano, ahora nos quieren hacer creer que la patria valenciana es simplemente Terra Mítica.

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Luis Berenguer es eurodiputado socialista.

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