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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Emergencia en el aire

Muy pocos precedentes tiene la decisión de Iberia de suspender todos sus vuelos a causa de la dimisión de 99 pilotos pertenecientes a la dirección de operaciones. La suspensión total de servicios aéreos de la compañía es un golpe durísimo para la propia Iberia, que sufrirá pérdidas muy cuantiosas; causará severos trastornos a más de 80.000 viajeros diarios, que no van a entender fácilmente por qué se cierran total y drásticamente los vuelos, y desde luego tendrá consecuencias graves para el sector turístico no sólo en términos económicos, sino también en razón del deterioro de la imagen de España y de sus redes de transporte. No es necesario oficiar de profeta para temer que la decisión de Iberia introducirá un caos considerable en los transportes españoles si se mantiene más allá de 48 horas.

El presidente de Iberia, Xabier de Irala, explicó que la dimisión de los 99 pilotos, que constituyen la mitad de la dirección operativa de la empresa, compromete gravemente el nivel de seguridad de los vuelos de la compañía. Por lo tanto, 'en evitación de males mayores', la medida de Iberia se justifica en razones de prudencia que deben estar por encima de cualquier otra consideración. Pero es inevitable relacionar la cadena de dimisiones de pilotos, todos ellos afiliados al SEPLA, con el rosario de huelgas organizadas por este sindicato y con las maniobras de presión que acostumbra a desplegar en las negociaciones laborales. Desde este punto de vista, cabe preguntarse si la respuesta de la dirección de Iberia no puede considerarse como una medida extrema para quebrar la resistencia de los pilotos. Iberia ha tenido cuidado en explicar que no se trata de un cierre patronal, pero lo cierto es que la decisión supone de hecho una seria advertencia al SEPLA.

La responsabilidad de los pilotos en este trauma empresarial es evidente. La compañía anula un millar de vuelos diarios en el peor momento y de la peor manera, en medio de un conflicto laboral que está en el trasfondo de la suspensión y en plena campaña turística. La dirección de la compañía también debe autocriticarse por su incapacidad para gestionar el conflicto en el terreno de la negociación controlada. Pero lo que resulta más incomprensible es la inmovilidad del Gobierno, escondido tras un argumento tan trivial como que Iberia 'es una empresa privada'. Desde luego que lo es, pero el caos que transmitirá la suspensión de todos los vuelos de la principal compañía aérea del país afectará a muchas empresas, a varios sectores económicos y a la imagen de España como país capaz de organizar con seriedad su mercado turístico. La hipótesis de una crisis empresarial aguda y de un desastre turístico están hoy mucho más cerca.

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