La tortura infantil centra la pieza 'Kleines Henwein' en la Sala Beckett
elona
La tortura infantil, o cualquier forma de educación que marque de un modo violento la formación de la persona, es el tema de la pieza Kleines Henwein, escrita y dirigida por Rodrigo M. Malmsten, que se presenta hasta el domingo en la Sala Beckett. El montaje, englobado en el ciclo de espectáculos de Buenos Aires en el Grec, se estrenó en el teatro El Callejón de los Deseos de la capital argentina en abril del pasado año con gran éxito de crítica. Desde entonces, Belén Blanco y Martin Von Tumpling, intérpretes de la obra, no han dejado de ensayarla durante este tiempo para explorar todo su potencial.
Kleines Henwein es el debut de Malmsten en la autoría y la dirección. La pieza está inspirada en el universo plástico del artista austriaco Gottfried Heinwein, autor de una obra hiperrealista de elementos macabros con voluntad de crítica al autoritarismo, la intolerancia y la hipocresía social. El autor ha puesto el nombre del artista a la obra, precedida del adjetivo kleines, que en alemán designa el género neutro. Kleines Henwein es, así, el nombre de la protagonista de esta historia fragmentaria, de 40 minutos de duración. Su intérprete es una mujer (Blanco), pero representa a un ser andrógino y ambiguo: una niña-adulta o un niño-adulto, en una localización también indefinida, que podría ser el cuarto de juegos de una criatura o un manicomio.
De víctima a verdugo
Malmsten ha articulado un texto poético con la música, que se interpreta en vivo, y las proyecciones de obras de Henwein. Esto crea un único discurso sobre el horror con ecos del nazismo y de cualquier ideología totalitaria. En esta ambientación macabra, el personaje central aparece como una víctima que, a medida que avanza el espectáculo, se revela como un verdugo. Durante todo el espectáculo sólo interactúa con un único personaje, también ambiguo (Von Tumpling); acaso un padre maltratador-violador, acaso una referencia al poder. Un personaje que, en cualquier caso, habla en alemán y con él, el autor y director ha querido introducir 'una referencia al nazismo'. Sin embargo, Malmsten explica que la obra es voluntariamente atemporal porque en ella se habla de 'la deformación que puede padecer cualquiera que por una educación arbitraria puede convertirse en un asesino'.
El director reconoce que en esta obra el público 'disfruta pero también padece' porque continuamente 'se le desestabiliza', y se ha dado el caso de espectadores que abandonaban la sala a media función. Malmsten está muy satisfecho de comprobar que el espectáculo 'moviliza, no deja indiferente', y subraya la gran 'empatía estética' con la actriz protagonista. Blanco, por su parte, reconoce que inicialmente no se sintió con fuerzas para llevar a escena el personaje pero, pasado el tiempo y a pesar del desgaste, se siente encantada con el papel. 'Se trata de una obra dura, pero riquísima interpretativamente'.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.