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Crónica:TOUR 2001 | Cuarta etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

El parto de los montes

El veterano Jalabert gana una etapa desquiciada por el viento

Carlos Arribas

Las leyes de la economía no suelen cuadrar con el ciclismo. Eso de que a mayor trabajo mayor producción y de ahí mayor rendimiento es radicalmente falso. Es imposible pensar en más vatios de potencia que los generados por el US Postal en pleno, el ONCE-Eroski en pleno y el Telekom a medias en los campos de batalla de Verdún barridos por el viento de lado a lado. Es también imposible pensar en un menor rendimiento a tanto dispendio. Todo el despilfarro, finalmente, trabajó para que Jalabert recibiera el pago de parte de su deuda con el Tour, que tan mal se ha portado con el mejor ciclista francés de los últimos años. Y para que el espléndido Mancebo recibiera castigo a su generosidad y falta de cálculo. El ciclismo no es ciencia económica, pero tampoco lo rigen los buenos sentimientos.

Todo lo ocurrido ayer, sin embargo, tiene su lógica. Ciclista, claro. Humana. A la altura del avituallamiento se juntaron una razón y dos necesidades. Aunque Lance Armstrong lo niegue, su Tour, el tercer Tour que debería ganar, es un Tour de orgullo. Aunque Manolo Saiz lo niegue, su Tour, el que debería ser su primer Tour ganado como director, pasa por coger el maillot amarillo después de la contrarreloj por equipos. El orgullo de Armstrong es también memoria, historia. Hace ocho años, en el mismo Verdún, ganaba por primera vez una etapa en el Tour.

Las necesidades de los dos personajes se vieron amenazadas en el kilómetro 50, con una fuga de nueve en la que se había infiltrado el americano Julich (podio en el 98). El viento entraba del Oeste, por la derecha, a casi 50 kilómetros por hora. Las alertas se multiplicaron según crecía la ventaja de los nueve de Julich. Cuando en el kilómetro 78 alcanzó un máximo de 10.10 minutos, los temores eran certezas. Se lo decían unos a otros, a gritos contra el viento: cuando el ONCE y el US Postal se pongan de acuerdo, ésto será el infierno. El acuerdo llegó en el kilómetro 90, en el avituallamiento. Pese a todos los avisos, advertencias y órdenes, los de Armstrong y los de Saiz tensaron la cuerda y el pelotón estalló en pedazos. 'Yo estaba avisado, y pude enlazar con Botero, pero nos tuvimos que dar una buena paliza', decía, orgulloso, Óscar Sevilla, ligero escalador que en su primer Tour salvó un claro peligro en el llano. Mancebo y el Euskaltel en pleno no fueron capaces. Saiz y Armstrong tenían un doble poder en sus manos: aniquilar la fuga, machacar a los cortados. Sucumbieron a la tentación de intentarlo todo. Con la fuga acabaron pronto, 43 kilómetros, una hora de trabajo. Armstrong y Heras relevaron. También Igor y Beloki. Cara de asunto importante. Como si fueran a ganar la guerra en una batalla. La segunda parte les obligó a otra hora de esfuerzos, 44 kilómetros más. Muchos equipos implicados en la caza: Domo, Fassa Bortolo, iBanesto.com. Durante 50 minutos rodaron a la misma velocidad delante que detrás: 1.10 minutos de ventaja inmutable. Quien primero cediera perdería todo. Levantaron antes el pie los de delante: la locura del dispendio la víspera de la contrarreloj por equipos no les llevaría a ninguna parte, aunque se cobraron sus víctimas: Cofidis y Euskaltel casi en pleno formaban parte del pelotón de 100 corredores que llegó a casi 20 minutos.

Los últimos kilómetros fueron los de la rabia inmensa de Jalabert, cazado en la emboscada, y Mancebo. Los dos se fueron con Diercksxens. Mancebo los llevó en la cuesta y se vació. Sólo pudo ver de lejos, cuando le absorbía el pelotón, cómo Jalabert, de 33 años, ganaba su tercera etapa en el Tour.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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