Carajillo
José Bové dio la señal de salida cuando dirigió hace no mucho tiempo la furia del campesinado francés contra las hamburgueserías. Los últimos años todavía han armado más de razón a este bigotudo agricultor del sur de Francia en medio de un apocalipsis de vacas locas, aceites de orujo presuntamente adulterados, pestes porcinas y de un escenario dantesco de incineración de miles de animales en toda Europa entre el terror de los consumidores. La comida basura representa para mucha gente el enemigo a batir en una proporción de escalas que llega por elevación al Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o el mismísimo escudo antimisiles. De las anécdotas de la vida cotidiana a las categorías de la alta política, los movimientos antiglobalización se han extendido por el mundo en una marea imparable. Seattle, Praga, Gotemburgo o Salzburgo han presenciado protestas multitudinarias que no han logrado empañar algunos grupos radicales y violentos, a pesar de la propaganda de los poderosos. De seguir, así las reuniones de los altos mandatarios habrán de celebrarse en aviones o en barcos atrincherados por las fuerzas de seguridad.
Agricultores y ecologistas que defienden una comida sana frente a las multinacionales de los alimentos envueltos en plástico; artesanos de la imaginación y de los tejidos naturales frente a la uniformización de una moda que convierte a millones de personas en una especie de clónicos de los telefilmes de Estados Unidos; espectadores de cinematografías variadas que están cansados de ver hasta la saciedad las avenidas de Nueva York o los muelles de San Francisco; organizaciones no gubernamentales y laicas que oponen la justicia a la caridad cristiana o a los créditos usureros de los organismos financieros; en definitiva, todos aquellos que se niegan a ser gobernados por el mismo patrón vienen a reivindicar de nuevo aquel gracioso lema de 'Coca-cola asesina, carajillo al poder'. Al fin y al cabo, los antiglobalización no hacen más que reclamar la posibilidad de elegir. La verdadera libertad.
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