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Crítica:ROCK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Y Fito en el cielo

La 1ª Semana Argentina en Madrid se cierra con un esplendoroso concierto múltiple. Otro asunto sería la oportunidad de desarrollarlo en La Riviera, sala de difícil amplificación que, además, está obligada a que la música en directo acabe antes de las doce de la noche. Así que a los tres primeros artistas les toca actuar bajo la inhóspita luz de la tarde. María Eva Albistur se presenta con una banda de lujo que trenza canciones de misteriosas atmósferas. Leo García tiene antecedentes pop pero actualmente ejerce de inteligente cantautor, con certeras crónicas del amor moderno como Morrissey. Antonio Birabent, el-hijo-de-Moris, ha abandonado las nebulosas envolturas de anteriores presentaciones y está recuperando la contundencia de sus primeros discos.

María Eva Albistur, Leo García, Antonio Birabent, Ariel Rot, Fito Páez

La Riviera, Madrid. 30 de junio. 1.000 pesetas.

Ariel Rot está en racha, gracias a su disco En vivo mucho mejor, del que extrae una docena de efervescentes temas. Son canciones infalibles que llevan muchos años rodando y que Ariel defiende con soltura y guitarreos incisivos. Al final, cuenta con el piano de 'mi cuñado', Fito Páez. Un inciso: hay curiosidad por comprobar el grado de entusiasmo musical de Fito, que ha sacado últimamente algún disco desdichado y que está dedicando sus energías a su estreno como realizador cinematográfico.

¡Gente de poca fe! Con el respaldo del pasmoso bajista Guillermo Vadalá y el teclista-guitarrista Marcelo Alora, Páez parece más que feliz explorando su repertorio desde su teclado y mordiendo las letras con ferocidad. Otra canción, 11 y 6, Tumbas de la gloria o Te vi suenan frescas, reforzadas por un público entregado que canta a todo pulmón. Aquello está a punto de convertirse en una celebración futbolera, pero Páez rompe la baraja al desgranar el tango Los mareados, con Vadalá como único instrumentista. A continuación llega La casa desaparecida, potente ejemplo de ese subgénero del rock argentino: la amarga filípica sobre el desdichado estado de la nación argentina. El último tramo es pura adrenalina rockera. Se van sumando Ariel Rot, Andy Chango o Antonio Birabent; Ciudad de pobres corazones sigue quemando y A rodar confirma su estatura de himno generacional. Ya no queda tiempo para más. Ahora, se impone bajar a la tierra.

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