_
_
_
_
_
Reportaje:CICLISMO | Se cumplen diez años de un verano histórico

Miguel 89

La etapa que Indurain ganó en lo alto de Cauterets reveló su futuro de campeón

Lo he escrito en mis libros: fue mi padre el que, en Aureilhan, en los Pirineos, me inspiró la pasión por el ciclismo.

Aureilhan era un pueblo, una casa, una cocina, una mesa, una botella de tinto y, sentado a esa mesa, con el rostro iluminado por la luz que entraba por la ventana, mi padre con sus palabras, con su voz.

Me habría podido contar sus propias hazañas, pues él, durante la guerra, luchó contra los alemanes y participó activamente en la liberación de Francia. Pero no, las únicas hazañas que consideraba dignas de ser contadas eran las que los campeones del ciclismo realizaban en el polvo del Izoard o en las curvas del Tourmalet. Mi padre decía que Charly Gaul volaba en las montañas, era un ángel...

Más información
"Ganará el Tour antes que la Vuelta"

Lo he dicho a menudo: no había sitio, en boca de mi padre, más que para las vocales: la i de Magni, la e de Trueba, la o de Loroño y de René Vietto...

Al hablar de los españoles, mi padre era inagotable. Pensaba que Dios creó los Pirineos, no para separar Francia de España como pretendían los manuales de historia, sino para que se pudiera distinguir, en el pelotón, a los escaladores de los no escaladores, los que se escapaban de los que se quedaban pegados al asfalto abrasado por el sol o lamido por las brumas que esconden la cima y la banderola. Él fue el primero que me habló de Indurain, de su belleza de atleta, de este campeón 'escultural'...

Los españoles, a excepción de Luis Ocaña, eran pulgas, corredores de bolsillo, cochinillas con maillot del Kas, capaces de esprintar en las montañas -lo que les permitía aspirar al Gran Premio de la Montaña y conseguirlo- pero a quienes su pobre talento de rodadores y su debilidad en las contrarreloj alejaban del maillot amarillo.

Mi padre descubrió a Indurain entre Lourdes y Tarbes, en 1984, en la contrarreloj del Tour del Porvenir. Indurain: mi padre me habló de su estatura, de su calma y de su maillot. 'Verás, Trueba medía 1,54 y pesaba 50 kg empapado en el Aubisque... Este Indurain mide más de 1,80, debe de pesar más de 70 kg y corre para el Reynolds... Va a hacerles daño a todos, créeme...' Entre Tarbes y Lourdes, en 1984, en la crono en que venció, ya les había hecho mucho daño, mucho, a Jean François Bernard, a Piotr Ugrumov y a Charly Mottet. '¿Entiendes? Hay que tener su estatura y su postura sobre la máquina... Ese gigante no se separa, mete una marcha enorme, y su pedaleo sigue siendo ágil... Sí, les va a hacer mucho daño...'

Un gigante, pues, como en los cuentos de los Pirineos, en las historias que se relatan a los niños, uno de esos gigantes surgidos del bosque de Irati, de Navarra, tierra de levantadores de troncos...

A ese gigante cuyo reinado no pudo saborear mi padre, fulminado por un ataque al corazón, le descubrí yo en 1989, en la etapa del Tour de Francia, Pau-Cauterets. Aquel año el favorito era Pedro Delgado. Había ganado el Tour de Francia 88 por delante de Rooks, Parra, Bauer, Boyer, Herrera, Roux y Theunisse, Breukink y Cubino. Aquel año Perico se presentó en la salida de la contrarreloj 2'40'' después de la hora prevista. A esos 2'40'', se añadieron después los 4'32'' concedidos, en la contrarreloj por equipos, a Laurent Fignon y sus compañeros. El Tour estaba perdido, había que salvar el honor, y fue Indurain quien lo hizo, en los Pirineos, en la etapa de Pau-Cauterets.

Miguel Indurain llevaba el maillot Reynolds-Banesto. El equipo Reynolds-Banesto dirigido por José Miguel Echávarry incluía, además de a Delgado e Indurain, a Dominique Arnaud, Julián Gorospe, Javier Luquin, Melchor Mauri, William Palacio, Jesús Rodríguez-Magro y Abelardo Rondón.

Miguel Indurain corría al lado de Perico y Abelardo Rondón, el niño de las chabolas de Bogotá. Robert Forest y Adrie Van der Poel abandonaron el pelotón al cabo de 25 km de carrera.

Primera altura del día: la Marie-Blanque, cuya carretera corre a lo largo del Barescou, afluente del torrente de Aspe, antes de imponer unas pendientes del 12 y 13%. Gert-Jan Theunisse endureció la carrera, se destacó, el pelotón se deshizo. Miguel Indurain tenía a Theunisse en el punto de mira.

La cima de la Marie-Blanque. Miguel Indurain osciló. ¡Empezaba el último combate!

El descenso de la Marie-Blanque es sinuoso, la carretera estrecha. Miguel esprintó. 'Les va a hacer daño, mucho daño...' Alcanzó a Theunisse y lo dejó atrás. Estaba solo, a fondo en el descenso, en la travesía de Benou y de Bilhères-en-Ossau (oso en gascón). Miguel pedaleaba en el país de los osos, en su casa, en el corazón de las leyendas. En Laruns, al pie del Aubisque, Miguel alcanzó y superó a Van der Poel. 'Les va a hacer daño, mucho daño...'

Los diecisiete kilómetros del Aubisque. Miguel rodaba, las manos cerca de la horquilla. Las piernas giraban. Era todo agilidad. Miguel alcanzó y superó a Robert Forest, se dirigió hacia Arrens y el monte Bordères.

Miguel franqueó la cima del Bordères con más de 4' de ventaja sobre Lemond y Fignon. A la rueda de Fignon y Lemond; al acecho, Pedro Delgado. Roche y Breukink estaban a más de 8'. 'Les va a hacer daño, mucho daño...'

Miguel rodaba hacia Argelès-Gazost, hacia Cauterets, hacia los 15 km de subida de Cambasque, en cuya cima se decidía la llegada.

El Aubisque estaba casi vacío, Cambasque estaba lleno. ¡Y fue allí donde le vi pasar! Y fue allí donde Francia le descubrió, donde descubrió a ese busto que no se movía, ese rostro impasible que buscaba la cima, esas piernas largas que eran como bielas, ese maillot Reynolds que se convirtió en Banesto.

Miguel llegó destacado a Cambasque y, a cinco kilómetros de la cima, Perico hizo una arrancada a la que no respondieron ni Fignon ni Lemond.

Más de cien kilómetros en solitario, en las tierras verticales de los osos, de Coppi y de Bahamontes.

¿Qué significa Cambasque? Sencillamente, el campo del vasco, el terreno del vasco.

Christian Laborde es escritor francés y autor de El rey Miguel.

Indurain cruza, sin levantar los brazos, la meta de Cambasque.
Indurain cruza, sin levantar los brazos, la meta de Cambasque.REUTERS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_