Sólo 64 de las 126 plazas de los tres campamentos rumanos están ocupadas
El temido 'efecto llamada' no se ha producido
No ha habido efecto llamada. La creación en los dos últimos años de tres campamentos de prefabricados para alojar a familias gitanas rumanas, entre ellas las que malvivían en el poblado de Malmea (Fuencarral), no ha provocado la llegada de más inmigrantes nómadas del Este, como temían las instituciones madrileñas. De hecho, a día de hoy sólo están ocupadas 64 de las 124 plazas de estas barriadas habilitadas en Fuencarral y Vallecas Villa.
El director general de Servicios Sociales, Tomás Vera, explica que, de las familias iniciales, las que fueron trasladadas desde Malmea en los veranos de 1999 y de 2000, 'casi no queda ninguna'. 'Una parte se han marchado, otras han sido expulsadas por no cumplir las normas y algunas han pasado a vivir en pisos sociales tras seguir un programa de integración social y laboral', añade. Ante la baja ocupación, la Comunidad, que costea la intervención, ha optado por acoger en estos núcleos a inmigrantes de otros orígenes que precisan de un alojamiento urgente.
Apoyo social
Los tres campamentos forman parte de un programa de apoyo social a familias nómadas del Este, desarrollado por Cruz Roja y la Comisión Católica de Migraciones con fondos regionales. El de la Cañada de los Canteros, en Vallecas Villa, con 75 plazas, es la puerta de entrada. En él, las familias pueden permanecer de tres a seis meses. Después, si quieren seguir en el programa pasan a vivir (por un tiempo máximo de un año) a alguno de los otros dos núcleos, los de San Roque y Valdelatas, en Fuencarral. La tercera fase supone el alojamiento en pisos tutelados, y la cuarta, la autonomía. Lo que se pretendía con el proyecto era la integración social y laboral de familias que solían vivir de la mendicidad (a veces también infantil) y de la venta de revistas de calle.
Al día de hoy, en la Cañada sólo están ocupadas 37 de sus 75 plazas (34 con familias rumanas y 3 con inmigrantes procedentes de Albania, Lituania y Chile). En San Roque, con capacidad para 29 familias, hay únicamente 14, todas ellas gitanas rumanas, y en Valdelatas, con 22 plazas, viven 11 familias (seis de gitanos rumanos y cinco de otras procedencias). En estos campamentos, los inmigrantes reciben atención social y alojamiento en prefabricados, con baños y cocina. A cambio, deben comprometerse a no mendigar con sus hijos y a seguir un proyecto social y unas normas de convivencia.
Con estos campamentos, que no existen en ninguna otra comunidad autónoma, se pretende evitar la creación de guetos de marginación como el que existió, hasta julio de 1999, en el barrio de Malmea (Fuencarral), donde un centenar de familias de gitanos rumanos malvivían en furgonetas y tiendas de campaña y cuya expulsión levantó una fuerte polémica.
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