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Khalid, un viaje de ida y vuelta

Uno de los inmigrantes que arriban a la costa trata de llegar a Valencia con la ayuda de un grupo de españoles

Mientras en la cámara térmica de la Guardia Civil de Tarifa aparecían 22 puntos negros, Khalid Bour-Qaiba, un marroquí de 28 años, se acurrucaba junto a uno de sus 64 compañeros en una de las zodiac que partían de la costa de Tánger rumbo a las costas gaditanas. Para él era el principio de una travesía de dos horas y media y el momento que ha esperado durante meses. Para los agentes era la mayor avalancha de pateras que se iba a producir en España.

Khalid es uno de los casi mil inmigrantes que arribaron a las playas de Tarifa el pasado martes y uno de los 786 que lograron zafarse de la Guardia Civil. 'Salimos 12 embarcaciones a la vez', dice en francés. 'Cada una con más de sesenta personas a bordo, además de los dos patrones', explica. 'Nos dijeron que íbamos juntos porque así, aunque nos vieran, no podrían cogernos a todos'.

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Y así fue. Dos patrulleras abordaron dos de las embarcaciones y detuvieron a sus tripulantes, el resto llegó a la costa. La Guardia Civil los esperaba, pero sólo detuvo a una pequeña parte de los que escapaban corriendo hacia el monte. 'Un guardia me persiguió y me agarró por detrás, pero sólo consiguió arrancarme la mochila', cuenta Khalid.

Los montes de Tarifa, que colindan con sus playas, están sembrados de un espeso matorral que se convierte en escondite para los recién llegados y para los miembros de las bandas organizadas que les aguardan. Khalid dice que 'el jefe' le explicó que tenía que ir al monte y esperar al guía. Así llama a quien lo mantuvo cautivo durante varios días, junto a otras 98 personas, en un apartamento en Faddane Said, un pequeño pueblo de Tánger, y le cobró 10.000 dirhams (unas 160.000 pesetas). Hasta entonces Khalid había vivido siempre en Beni Mellal, una de las provincias más pobres de Marruecos. Se dedicaba a la fabricación de calzado y además era electricista.

Han pasado casi dos días desde que Khalid llegó a España. El mismo tiempo que ha estado sin comer ni beber, caminando por el monte con otros tres compañeros y un guía que aseguraba que les dejaría en Almería. Pero no aguanta más. Le duelen las piernas, tiene sed y, cuando le ha pedido al guía algo para comer y beber, éste le ha mandado callar y le ha puesto una pistola en la sien. 'Esperé a que llegara la noche y, cuando estaban todos dormidos, escapé'. Khalid decidió seguir solo.

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Y tuvo suerte. Lo contaba el jueves en el jardín de la casa de Josefa, una tarifeña de 68 años. 'Llegó al límite de sus fuerzas, como llegan todos', dice ella. Josefa es la madre de Paqui Gil, una de las primeras procesadas por un delito contra los derechos de las personas extranjeras cuando llevaba en su coche a unos inmigrantes a Algeciras para ayudarles a escapar. 'Lo único que consiguieron con aquello es que esté aún más convencida de que esta gente necesita nuestra ayuda', dice. Ahora ya no es la única.

En Tarifa hay un grupo que permanentemente acoge y ayuda a los inmigrantes irregulares. 'No nos vamos a poner a detener a gente que ayuda a las personas cuando hay cientos de desalmados que vienen a recogerlos para extorsionarlos y desvalijarlos', comenta un agente de la Guardia Civil.

'Hay que ponerlo en el autobús enseguida, aquí no está seguro', dice Nieves García, una profesora que lo lleva a Algeciras. Después de comer un poco de puchero de Josefa, que lo hace en grandes cantidades -'todos los días vienen dos o tres'-, y vestido con la ropa lavada y planchada de uno de los muchos inmigrantes que han pasado con anterioridad, Khalid sube al coche. Ha decidido que quiere ir a Valencia. 'Duerme todo el viaje y no te bajes hasta la última parada. Llevarás este periódico bajo el brazo y una persona te reconocerá y te recogerá allí', le dice Nieves. A las nueve de la noche del jueves Khalid está subido en un autobús.

Poco después Nieves y su compañero ven consternados cómo Khalid baja las escalerillas detenido. Una llamada informa a Paqui de lo ocurrido: 'Lo que más siento es que él nunca sabrá si fue una cuestión de suerte o una traición lo que marcó el final de su aventura'.

Khalid Bour-Qaiba almuerza en la casa donde fue acogido esta semana pasada.
Khalid Bour-Qaiba almuerza en la casa donde fue acogido esta semana pasada.P.O.D.

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