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Tribuna:OPINIÓN
Tribuna
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La II Bienal Europea del Paisaje y los arquitectos

Tras la celebración en Barcelona, en abril pasado, de la II Bienal Europea del Paisaje, parece llegado el momento para hacer una evaluación de este encuentro y de la situación del paisajismo como disciplina académica y actividad profesional.

El paisajismo como actividad profesional y docente se ha desarrollado en Cataluña básicamente desde el campo arquitectónico-urbanístico, con Josep Fontseré y Nicolau Maria Rubió como primeros impulsores, y de ahí hasta los últimos proyectos urbanos.

La tradición paisajista catalana revive actualizada en la década de 1980, cuando, bajo el lema monumentalizar la periferia y dignificar el centro, se proyectaron centenares de nuevos espacios públicos que hicieron de Barcelona, durante años, un referente mundial del paisajismo urbano.

En este contexto, merecen una reflexión a fondo algunas afirmaciones efectuadas durante la bienal por organizadores y ponentes: 'Los paisajistas son más capaces de cambiar el modelo territorial actual que los mismos arquitectos y urbanistas' y 'llevo 20 años trabajando en el paisajismo y aún no sé lo que es', publicadas en EL PAÍS (23 de abril de 2001).

Parece como si, de repente, los arquitectos y los urbanistas tuvieran que abandonar el campo del paisajismo ante el surgimiento, ahora y aquí, de un nuevo perfil profesional mejor dotado que ellos para encarar el problema. Un nuevo profesional cuyo perfil, por otro lado, no parece estar muy claro para todos.

Frente al planteamiento excluyente de paisajistas o arquitectos parece más propio de una bienal promovida por el Colegio de Arquitectos profundizar sobre el lugar que debe ocupar el arquitecto en el paisajismo del futuro.

El paisajismo contemporáneo está inmerso en un proceso acelerado de transformación en lo que hace referencia a las escalas, los ámbitos, el instrumental y los propios conceptos sobre los que se estructura. Este proceso implica la irrupción de nuevos conceptos que, procedentes de la biología, la geografía, el arte, la informática o la filosofía, se alejan cada vez más de lo que es el campo básico de formación del arquitecto, haciendo más compleja su aportación específica al paisaje: la proyección, la formalización y la planificación de éste.

Elaborar una opción de proyecto y planificación del paisaje desde los ámbitos de la arquitectura y el urbanismo, pero abierta a todas las disciplinas implicadas en la transformación y protección del paisaje, podría ser la respuesta a las nuevas exigencias. Sin embargo, y a pesar de que éste es uno de los retos de futuro más importantes que la bienal detecta, finalmente no lo aborda, como tampoco lo hacen el Colegio de Arquitectos de Cataluña ni la Escuela de Arquitectura de Barcelona.

La docencia del paisajismo en este país se inició en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, con el curso de posgrado de Arquitectura del Paisaje en el año 1982, el cual se transformó posteriormente en el master que hoy da acceso al grado de titulado superior en paisajismo.

El interés en impartir los nuevos estudios de paisajismo desde la Escuela de Arquitectura se fundamentaba precisamente en la opción de aplicar la experiencia y el quehacer arquitectónicos en la proyección de la forma del espacio y del territorio, así como su planificación, al paisaje. Esta perspectiva para abordar la cuestión debía a su vez enriquecer otras opciones actuales de intervención en el paisaje que van desde el arte medioambiental a la biología estricta. Pero, desgraciadamente, estos planteamientos iniciales no se han visto ampliados con una discusión profunda sobre qué significado tiene el paisaje contemporáneo y, sobre todo, que tratara de establecer las diferencias entre un paisajista, un medioambientalista y un arquitecto paisajista. Como pide Alain Roger, se trata en definitiva de discernir entre medio ambiente y paisaje.

La razón de esta falta de una ideología del paisaje propia e innovadora en los estudios de paisajismo es debida al débil encaje de los nuevos estudios en la ETSAB. La docencia del paisajismo se desarrolla de forma tangencial, y se pierde así la posibilidad de retroalimentar en esta disciplina tanto a los futuros arquitectos como a los que están en activo. Una de las consecuencias constatadas es el descenso de estudiantes de arquitectura en la especialización de paisajismo.

Otro aspecto que tener en cuenta es el reconocimiento de la misma capacidad para proyectar el paisaje al titulado superior en paisajismo procedente del campo de la biología o la geografía, y que nunca ha proyectado la forma como es el caso del arquitecto, todo ello sin llegar a plantear la doble titulación: una para el paisajista propiamente dicho y otra para el arquitecto paisajista, que reflejaría con más exactitud los perfiles profesionales.

Al final, parece que la escuela y el Colegio de Arquitectos están ayudando a conformar una alternativa, ciertamente confusa, de actuación sobre el territorio que, en lugar de articular la arquitectura y el urbanismo con una nueva perspectiva de paisaje, pretende relegarlos a un segundo término por poco actuales, pues el futuro parece que pertenece a la nueva titulación de paisajismo. Quizá se trate de una simple operación de mercadotecnia para su promoción, pero parece que unas disciplinas como la arquitectura y el urbanismo, que tanto han aportado al paisajismo, se merecen un mejor trato.

Miquel Vidal es arquitecto, master en Arquitectura del Paisaje y profesor titular de la ETSAB.

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