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Torneo de Wimbledon | TENIS

La 'catedral' abre sus puertas con polémica y bajas

La implantación de un sistema para designar a los cabezas de serie de aplicación en todos los 'grand slam' provoca un alud de lesiones

La situación no es caótica como en 1973, cuando la suspensión del yugoslavo Nikki Pilic por parte de la Federación Internacional provocó un boicoteo de 81 jugadores masculinos. Sin embargo, Wimbledon abrirá hoy sus puertas con polémica en los pasillos y con un alud de lesionados, algunos imaginarios. El problema es la peculiar designación de los cabezas de serie que se aplica en la catedral y que, a partir de ahora, se extenderá a los cuatro torneos del Grand Slam.

No es un problema nuevo. Ya el año pasado los españoles Àlex Corretja y Albert Costa causaron baja como protesta por no haber sido designados en el lugar que por su clasificación les correspondía. Este año, Gustavo Kuerten y Juan Carlos Ferrero, así como numerosos jugadores suramericanos, se han sumado a las protestas y han conseguido que, por fin, se establezca una normativa para designar a los cabezas de serie que, por lo menos, aportará más claridad y metodología. Sin embargo, nada de eso ha podido evitar que Kuerten, número uno mundial y campeón de Roland Garros, y Corretja, finalista en París, no acudan a la catedral. Los dos han alegado lesiones, al igual que Albert Costa, Mark Philipusis, Richard Krajicek, Arnaud Di Pasquale y Alexander Popp. Marcelo Ríos es baja por próxima paternidad.

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'El sistema no satisface a la mayoría', asegura Josep Perlas, entrenador de Albert Costa. 'Me parece positivo que se nombren 32 cabezas de serie, pero lo lógico sería que se siguiera aplicando el mismo ranking que se utiliza en el resto de torneos'.

El nuevo sistema parte de los puntos logrados en la clasificación de la ATP (entry) y se aplica a los 32 primeros de la clasificación en el momento que se les designa. Sin embargo, en el caso de Wimbledon, a aquella cifra se le suman los puntos logrados en superficies de hierba en los últimos 12 meses; los puntos del mejor resultado en hierba del año anterior (junio de 1999 a junio de 2000); el 75% de los puntos del mejor resultado en hierba de tres años antes (junio de 1998-1999); y el 50% de los puntos de su mejor resultado de cuatro años antes (junio de 1997-1998). El mismo método se seguirá en Roland Garros con los torneos de tierra batida, y en el Open de Estados Unidos y de Australia con los de pista dura.

Un galimatías. Pero al menos es un sistema que la próxima temporada quedará establecido en el libro de reglas del ATP Tour, con lo cual adquirirá rango legal en el circuito. 'Sabremos a qué atenernos, eso es cierto', comenta Javier Duarte, entrenador de Corretja. 'Pero quedan muchos matices por conocer. Por ejemplo, quién controlará la aplicación de este sistema de puntuaciones. No veo por qué hay que cambiar el orden de una clasificación que se consigue con el esfuerzo de todo un año y que se aplica cada semana, al menos mientras estos torneos sigan siendo puntuables para el ATP Tour'.

Tanto Duarte como Perlas piensan que ha existido una renuncia por parte del ATP Tour. 'Como tienen un contrato firmado con Wimbledon, no tienen otra forma de actuar que acatar su sistema de designaciones y extrapolarlo al resto de torneos del Grand Slam para salvar la cara', dice Duarte. Y Perlas agrega: 'Mark Miles asegura que han debido aceptar estos planteamientos porque no encuentran el apoyo unánime de los jugadores en este tipo de asuntos. Sin embargo, soy un técnico asociado a la ATP y he tenido que enterarme de todo por la prensa, y muchos jugadores aún no tienen claro lo que todo esto supone. Eso no me parece normal. La ATP debería haber realizado consultas antes de tomar decisiones. ¿Está defendiendo los intereses de los jugadores o los de los torneos?'.

Ésta es una cuestión que hace ya tiempo que circula por el mundo del tenis profesional. Los hechos van aportando respuestas. La renuncia del ATP Tour a imponer sus normas en Wimbledon es una puñalada a los intereses globales de los jugadores. La aplicación de las normas inglesas -tan complicadas como corresponde a quienes las han pensado- en los tres restantes Grand Slam es sólo una consecuencia.

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