'Hemos perdido la capacidad de asombro ante el fascismo'
Destripó la educación del franquismo con un libro jocosamente demoledor, El florido pensil. Luego hizo otro tanto con los topicazos tonadilleros de La morena de la copla. Ahora arremete fieramente en su último libro, ¡Tente, iracundo otomano!, contra El guerrero del antifaz, uno de los personajes de cómics más racistas y fundamentalistas de la España ultracatólica de los años cuarenta y cincuenta. El escritor y profesor Andrés Sopeña lo hace porque tiene una teoría: que Franco murió hace tiempo. Pero no el veneno que inculcaron escuelas y tebeos.
Pregunta. ¿Por qué ha elegido El guerrero del antifaz para su nuevo libro?
Respuesta. Estaba dentro de mi preocupación por la recuperación de la memoria de una época. Había tratado el tema del adoctrinamiento a través de la educación. Ahora quería analizarlo desde el aspecto de lo lúdico, de cómo una ideología se infiltró en los niños incluso a través de los tebeos.
P. ¿Y era así?
R. Sí. El franquismo fue una muestra de cómo el totalitarismo de un sistema llega a impregnar cualquier manifestación de la cultura. Es muy difícil explicar hasta qué punto El guerrero del antifaz fue un referente básico de los chavales de la época.
P. ¿Por qué tenía tanta aceptación en su tiempo?
R. Porque los tebeos eran baratos, accesibles, comprensibles, simples, esquemáticos, muy elementales. Tuvo un éxito difícil de entender hoy en día. Tal vez porque era el reflejo de la sociedad de entonces. Lo que se decía en los tebeos estaba en el inconsciente de la sociedad.
P. Hoy, uno lo lee y le encuentra tufillo ultra...
R. ¡Claro! La historia de un joven educado en una familia musulmana que descubre que es hijo de un cristiano y a los 15 minutos ya está matando moros y diciendo que el cristianismo es la única religión verdadera... Muchos de los comentarios que pongo en el libro parecen anotaciones jocosas, pero son textos reales que extraje de los libros de la época. El guerrero del antifaz representaba todas las falsedades del franquismo: los 'valores eternos de España' y todo eso... el trasfondo de Franco, que quería compararse al Cid Campeador... Toda la manipulación histórica que se hizo para justificar el franquismo. El cómic, como todo, apelaba a las dimensiones más irracionales del patriotismo.
P. Y eso, ¿aún no ha desaparecido?
R. Decir que la huella del fascismo ha desaparecido es imposible. Siempre queda un sustrato irracional al que se puede apelar. Hoy mismo, ese racismo y esa xenofobia que se respiraban en los tebeos de la época están ahí, siguen latentes. Lo que pasa es que hemos perdido la capacidad del asombro y de la sensibilidad ante el fascismo, pero su poso, su integrismo profundo, aún están ahí.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.