La Orquesta Nacional rinde homenaje a Falla en el 50º Festival de Granada
El ballet Kirov, Antonio Florio y Mischa Maisky actúan en la ciudad
Ese día se hará, con naturalidad prevista desde hace tres años, el relevo del director del certamen, Alfredo Aracil, cuyo mandato comenzó en 1994 y al que sucederá Enrique Gámez. A partir de ahí y hasta el próximo 8 de julio pasarán por los distintos escenarios de la ciudad andaluza figuras como Antonio Florio y la Capella de Turchini, los ballets del Teatro Kirov de San Petersburgo y de la Ópera Alemana de Berlín o la Orquesta Sinfónica de la BBC, con el violonchelista Misch Maisky en la clausura.
La celebración del 50º festival en un momento en el que todo anuncia un futuro de no menor continuidad es un aliciente para Granada. El festival ha sido recientemente historiado, bien desde el protagonismo del maestro Bretón (José M. Barberá, Tomás Bretón y los conciertos en La Alhambra, Granada, 1999), bien en su totalidad y con gran detalle documental, en el gran volumen Los conciertos en La Alhambra, dirigida por Rafael del Pino.
Muy pocas ciudades podían ofrecer mayores singularidades que Granada, conjunción de tres culturas, 'paraíso cerrado' capaz de abrirse a muchos, llamada a la inmensa minoría juanramoniana y azogada incitación a las expresiones artísticas de modernidad.
Quienes hemos seguido, prácticamente al completo, los 50 festivales viviéndolos en una alternancia de espectadores y cooperadores, podemos testimoniar las mutaciones que, a lo largo de las cinco décadas, han contribuido a la innovación de la sustancia y el rostro de su personalidad. Y en este sentido, los ocho años del compositor y especialista en arte Alfredo Aracil dejan una huella más honda porque fue impresa con fuerza suave y persistente. Se propuso continuar la historia del único modo verdaderamente vivificador, el de renovarla, y puso todo su afán en que la cita anual fuera una fiesta para todos.
Aquí tenemos los brillantes resultados como consecuciones del afán de cada día. Si en los cincuenta el retorno de Andrés Segovia, la presencia de los 'viejos leones' -Rubinstein, Kempf, Gieseking, Menuhin, Cassadó y tantos otros- tenían un gran poder de convocatoria, hoy, cuando las orquestas de mayor formación cruzan los continentes una y otra vez, cada festival ha de mostrar identidad propia ajena a la acumulación de grandes nombres estelares. El festival granadino, a la vez que se ha socializado, se ha liberado de lo que, en los comienzos, denominé 'complejo de Lucerna'.
Todo ello no impide, sino todo lo contrario, un punto entrañable de atención a rincones granadinos perdidos y recuperados: los retales en el teatrillo del Alhambra Palace que supo del arte de Falla, Segovia, García Lorca y Barrios, los trasnoches flamencos, el auge de las artes pretéritas y las actuales y el homenaje a quienes fueron y son, pues están en la historia, desde Gallego Burín, fundador, hasta José Manuel Garrido, multiplicador de teatros, auditorios y jóvenes orquestas.
Babelia
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