Una mascarada para honrar al rey

Durante el siglo XVIII, las relaciones de Cataluña con la dinastía borbónica no fueron cordiales. No era para menos. Tras el decreto de Nueva Planta promulgado por Felipe V, las instituciones autóctonas fueron abolidas o desvirtuadas. Pero en medio del fatídico panorama, tras la muerte del Monarca, cada relevo en la línea de sucesión dinástica era motivo de esperanza para algunos sectores influyentes de la sociedad catalana, que esperaban con ello el nacimiento de una nueva etapa. Con este anhelo, en Barcelona, las autoridades de la ciudad, principalmente los colegios y las corporaciones gremiales, no dejaron pasar la oportunidad en 1759 de rendir honores al nuevo monarca Carlos III cuando sustituyó a su hermanastro Fernando VI, fallecido sin descendencia.

Uno de estos gestos reverenciales fue la publicación del libro Máscara real, obra editada por el impresor Tomàs Piferrer en 1764. La obra, formada por láminas grabadas, se basaba en los desfiles de carrozas con máscaras que durante dos noches consecutivas se celebraron en honor de Carlos III. El motivo de las fiestas fue la elección de Barcelona como puerta de entrada del Rey en el año en que tomó posesión del trono. Carlos III llegó de Nápoles junto a su esposa María Amalia de Sajonia. Este gesto sobreexcitó a toda la ciudad de Barcelona ya que hasta entonces era tradición que los todos los reyes entraran en la Península por el puerto de Alicante.

Máscara real fue publicado cinco años después para conmemorar los festejos. Fue uno de los libros más importantes de la época, aunque su circulación fue restringida, y propició el nacimiento del bibliófilo. 'Se trataba de una obra cuya intencionalidad fundamental era obsequiar al rey. El resto de ejemplares fueron a parar a manos de gente muy selecta de la sociedad de la época porque fue un libro de un gran coste', explica Francesc Quílez, comisario de la exposición La màscara reial. Festa i al·legoria a Barcelona l'any 1764, que presenta en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), hasta el 19 de agosto los grabados realizados para el libro.

La exposición presenta 9 dibujos preparatorios realizados por Francesc Tramulles, prestados por el Museo de Historia de la Ciudad; 12 grabados realizados por el francés Defehrt, propiedad del MNAC, y las láminas que contenían ornamentación de textos y capitulares que dibujó también Tramulles y que fueron grabadas por el valenciano Pasqual Pere Moles.

Junto al trabajo artístico, la exposición, que permite contemplar las planchas con las que fueron estampadas las imágenes, propicia la reflexión sobre el significado que tuvieron las mascaradas alegóricas, festejos muy populares en Europa y que, según Quílez, 'también eran una válvula de escape con la que el poder intentaba evitar revueltas populares en momentos de tensión'.

En las estampas se suceden tanto imágenes monumentales emblemáticas en la época como escenas de tipo mitológico que recogían la tradición iniciada en el Renacimiento de recuperar el mundo clásico. Junto a un continuo y pastoso reverencialismo hacia el monarca, la obra también pretendía transmitir la imagen de una ciudad caracterizada por un profundo espíritu de trabajo.

La exposición, junto al espacio dedicado a Máscara real, dedica un pequeño ámbito a resaltar la labor de Francesc Tramulles como grabador y dibujante presentando 11 dibujos y 9 grabados. Algunos hacen referencia a lo que fue hasta el momento de la publicación del libro la constante del grabado: las imágenes religiosas para consumo devoto.