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Columna
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Finura

Ahora que todos los jugadores son tan fuertes, tan sanos, tan duros y tan parecidos. Ahora que las máximas de los equipos se parecen tanto unas a otras. Ahora que los entrenadores se han hecho los dueños más que nunca de los derroteros por los que camina este deporte..., la sentencia que afirma que son los detalles los que dan calidad al juego cobra un especial significado.

Deslumbrados por los poderes de aquellas parcelas en las que la física domina a la química, se olvida el poder del detalle. Y lo sigue teniendo. Cierto que algún equipo puede sobrevivir sin prestarle demasiada importancia, como es el caso del Barcelona, al que en la mayoría de los partidos le basta aplicar la tiranía de su potentísima plantilla, sin entrar en otras disquisiciones ni meterse en otros terrenos más sutiles en los que no es necesario cazar moscas a cañonazos.

Entre las muchas formas que hay de derribar una muralla, el Barça ha elegido una muy básica, como es la demolición por una repetición monocorde de embestidas. No es la más sofisticada ni probablemente la más brillante, pero por ahora le va bien así, cañonazo va, cañonazo viene, sin importarle en demasía el cómo, el cuándo ni el dónde.

Pero éste no es el caso del Madrid, y mucho menos cuando tiene delante a los azulgrana. Para contar con alguna posibilidad en la final de la Liga ACB (pierde por 0-1), los jugadores de Scariolo tienen que comportarse como miniaturistas, centrados al ciento por ciento en el cuidado de todas y cada una de las piezas que componen un trabajo bien hecho. El sábado no lo hicieron. No por desconocimiento ni falta de intención, ya que entrenador y la plantilla tienen muy claro el camino por donde deben transitar, sino más bien por falta de finura, herramienta básica para cuidar el detalle.

Pero el Madrid no está fino. Se nota en la elección de ese pase que alivia y desatasca un ataque permitiendo superar una dura y exigente defensa. Se percibe cuando se deja pasar una buena opción de tiro para hacerlo en una peor situación cinco segundos después. Se detecta cuando el ritmo del partido en vez de elegido es impuesto por los rivales. Se demuestra cuando el jugador al que se le otorga la responsabilidad es el menos cuidadoso con estos asuntos, por ejemplo Milic en algunos pasajes del segundo tiempo. Si no maneja estas claves, si no mima estos detalles, es imposible que pueda plantar cara a un equipo como el Barça, por lo que deberá hacerlo desde hoy mismo si no quiere volver a Madrid con la final tocada y a un paso del hundimiento total.

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