¿Adónde vas, Barça?
En un año de presidencia, Gaspart le ha dado la vuelta al club, presidido ahora por el desgobierno y los malentendidos
La experiencia ha caído en saco roto. Joan Gaspart, presidente del Barça, basó su campaña para ganar las elecciones al publicista Lluís Bassat en que llevaba 22 años de vicepresidente en el club. Nadie lo diría, porque en 11 meses se ha quedado sin su mejor argumento. Eliminado a las primeras de cambio de la competición que le obsesiona, la Liga de Campeones, y apeado de la final de la Copa de la UEFA a manos del Liverpool, el Barça, se ha tenido que contentar con llegar a la última jornada de Liga luchando por una plaza en la Liga de Campeones, un objetivo tan menor que hubiera parecido una burla al principio de curso. Le queda ahora la última opción de la Copa del Rey para salvar un año nefasto.
La euforia azulgrana se acabó en cuanto el balón empezó a rodar. La afición se sintió al principio liberada por la marcha de Núñez y Van Gaal, y en poco tiempo pasó de la euforia al desencanto por la precipitada salida en Europa y por el triste papel en la Liga. La junta, más preocupada por la cita en las urnas, dejó el equipo en manos de un hombre de la casa (Serra Ferrer) y lo planificó mal y a destiempo. Gaspart estrenó mandato el mismo día en que Figo se presentaba en el Madrid y decidió cubrir su baja con unos fichajes por valor de 14.000 millones de pesetas (Petit, Gerard, Overmars, Alfonso, Dutruel y De la Peña) que no han dado el rendimiento esperado. Gaspart rompió, ya en febrero, su mejor aval. Dijo haber cometido un 'error de principiante' al perder al portugués y que se precipitó en su política de contrataciones.
Consciente de que la grada estaba harta del presidencialismo de Núñez y de la intransigencia de Van Gaal, Gaspart dio al timón un giro de 180 grados que ha llevado al club al desgobierno. Su primera medida fue crear una macrojunta de 85 directivos destinada a contentar a todas las familias barcelonistas y, de paso, desactivar cualquier foco de oposición. El invento no ha durado ni un año: hace una semana comunicó a los afectados que 60 de ellos -ante la ira de los nuñistas más fieles- perderán en julio su condición de directivos, aunque mantendrán sus privilegios (acceso al palco, aparcamiento, cuatro entradas y poder viajar con el equipo).
Posiblemente, ése ha sido el único golpe que Gaspart ha dado sobre la mesa (algo descafeinado porque la junta la integrarán al final los 21 directivos que permite la federación y otros tantos adjuntos, en función de los acuerdos preelectorales). Quizá es el primer paso para acabar con la larguísima lista de despropósitos de la macrojunta, en la que, por ser tantos, las contradicciones y las salidas de tono estaban a la orden del día (el portavoz del club, ya destituido, mostró su alegría por la eliminación del Madrid en Europa y otro directivo anunció un precontrato con Héctor Cúper antes de la final del Valencia en la Liga de Campeones). Pero el gesto no oculta que el club carece de un plan estratégico y que su plan deportivo es frágil. Gaspart pasó meses intentando articular un nuevo proyecto -negoció con los técnicos Capello, Wenger, Bianchi y Cúper- y al final apostó por otro hombre de la casa. Carles Rexach se ha resignado a ser el entrenador del Barcelona (por dos años). Para muchos, Serra Ferrer, todavía director técnico -intercambió su cargó con Rexach-, tiene los días contados en el club.
El futuro inmediato El futuro parece una entelequia. Anton Parera, el director deportivo, ha atado ya seis fichajes por unos 20.000 millones de pesetas, cuando en la caja, según sostiene Joan Castells, vicepresidente económico, sólo hay 6.000. El club deberá vender (Rivaldo y Kluivert, en principio, se quedan) o endeudarse. El vestuario, que teme una revolución ante la pésima campaña, ha asistido impávido a esa lluvia de nombres, y ha aumentado su ya de por sí larga lista de agravios hacia el palco. La junta ha cometido deslices de peso: ocultó en octubre durante 12 horas que Rivaldo tenía permiso para ir a Brasil; dejó en abril que Guardiola, el capitán, anunciara en solitario que no renovaría, y esta última semana nadie acompañó a Frank de Boer a Suiza para recibir la sanción de un año por dopaje con nandrolona. Eso sí: cuatro directivos recibieron al holandés en el aeropuerto de El Prat para parar el golpe.
Agotado el primer año de mandato y roto el vestuario, el Barça tiene un horizonte difuso. Sin la complicidad de las dos grandes familias del Barça de la década de los noventa -los nuñistas y los cruyffistas-, Gaspart gobierna con un grupo duro que ejerce el poder y retrata lo que es en realidad el Barça: Parera y Josep Maria Minguella, ex agente futbolístico y ahora su asesor (ambos estaban en el club hace 20 años); Francesc Closa, primo de Gaspart, y el constructor Àngel Fernández, derrotado en las urnas en l997. Ellos sabrán hacia dónde va el club azulgrana.
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