Todos a gustito
En el Palacio Vistalegre se está muy bien. Toreros, espectadores, músicos y comparsas, todos a gustito. Los toreros se divierten toreando toretes sin fuerza desde cómodas distancias. Los espectadores, todos sentaditos en cómodos sillones, y no en esos pedazotes de granito de los tendidos de otras plazas, en los que hay que poner una almohadilla entre el culete y la aspereza berroqueña. Los músicos también se sienten felices allá arriba, rozando la cúpula, y se empeñan en desentonar con sus tatachines, en contra de los silbidos de algunos espectadores a los que el eco estruendoso de la charanga, aumentado por el efecto amplificador de la cubierta, les hace pupa en los oídos. Los únicos que seguramente no están muy a gustito son los periodistas, a los que se obliga a entrar al coso por el patio de arrastre, entre el aroma de los detritus de las reses muertas. Pero ya se sabe que los periodistas son la canallesca indeseable y tienen que fastidiarse.
Ibán / Tato, Higares, Uceda
Toros de Baltasar Ibán, anovillados y muy flojos. Apenas sufrieron castigo en varas. 2º, manso; 3º y 5º, boyantes; 6º, inválido. El Tato: estocada desprendida (oreja); media estocada (algunas palmas). Óscar Higares: media desprendida. Le perdonaron un aviso (silencio); estocada delantera (división). Uceda Leal: dos pinchazos, estocada tendida, descabello -aviso-, descabello y dobla el toro (aplausos y saludos); estocada y cinco descabellos (silencio). Palacio de Vistalegre, 15 de junio. 4ª corrida de la Feria de San Antonio. Menos de un cuarto de entrada.
En esta corrida se fueron sin torear cinco toros a ese patio de los despojos. Los matadores se irían al hotel muy a gustito, porque el esfuerzo realizado fue mínimo.
El primer toro salió engallado y ufano, contento de que sus trazas de novillito no hubieran impedido que se le anunciara como toro. El Tato se bailó una zambra con el capote. Con un arañacito en mitad del espinazo se dio por cumplido el tercio de varas. A pesar del corto recorrido en la muleta, El Tato, cómodamente situado fuera de cacho, tiró de él por ambos pitones sin emoción ni gusto. El cuarto, un novillete. Cero con la capa para El Tato. En varas, música de estribo e intentos de quitarse el palo por parte del animalejo. El Tato se echó el toro hacia fuera para que no le alcanzaran sus cabezazos. Luego trató de bajar la mano y terminó desarmado.
Escurridizo y absolutamente sin trapío fue el segundo, y con él se estiró en dos verónicas y media Higares. Le dieron un picotazo y el animalito protestó zurrando el estribo. Volvió a protestar con mugidos y brincos en banderillas. No se acopló Higares con su escasísima embestida y, más que torear, correteó de acá para allá. En el quinto, la labor de Higares fue voluntariosa, pero no se arrimó. Y la faena no existió, naturalmente, por mucho péndulo y abaniqueo con los que remató el asunto.
Uceda hizo una faena templada y ajustada al tercero, con alguna que otra metedura de pico. Al sexto, un utrerito con sospechosos signos de haberse sentado en el sillón del rapabarbas, no le pudo hacer el toreo porque apenas se podía tener en pie.
Babelia
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