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Columna
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Buscando a Torrebruno

Me he llevado una alegría. Me acabo de enterar por los periódicos que 'en Canal Sur no hay ni un minuto de telebasura' y que la programación es 'bastante aceptable'. Da gusto. Ya era hora de que se pusiera en práctica ese artículo de la ley de creación de la RTVA que la define como 'cauce para el acceso de todos los andaluces a los niveles educativos y culturales que les permitirá su realización personal y social'.

Para celebrarlo, enchufo la tele y trato de localizar Canal Sur. Aparece Máximo Valverde, un ajado galán al que he visto antes en la televisión de Gil lamentando lo injusto que es este país con la gente de bien: Ruiz Mateos, el propio Jesús Gil... Luego salen cantando Manolo Escobar y Georgie Dann. Pienso que se trata de un programa retrospectivo y me preparo para ver de nuevo a Carlos Arias llorando la muerte de Franco. Pero no: es en colores.

Extrañado, llamo a un amigo: 'Que dicen que se ha acabado la telebasura, pero mira lo que estoy viendo, sólo falta Torrebruno'. Mi amigo me da una mala noticia: 'Torrebruno hace mucho que se ha muerto, pero no te preocupes, si buscas telebasura tienes toda la que quieras: ¿has visto a la Chari en Senderos de Gloria, no te han hablado de Bravo por la tarde; es una buena dosis, dura tres horas? Y, si prefieres, tienes a los hermanos Calatrava, un hallazgo del nuevo director general'.

No puede ser verdad. El actual director general de Canal Sur, Rafael Camacho, ha sido antes portavoz del Gobierno andaluz y una persona así no puede mentir. Por lo tanto, está claro que la emisión de Canal Sur que sintonizo en mi casa no tiene nada que ver con la que ve Camacho. Un hombre con su finura intelectual no puede considerar aceptable cualquier cosa.

Puede, eso sí, que comparta el desdén que todos los intelectuales tienen hacia la televisión. Quizá no esté acostumbrado al mando a distancia y se haya equivocado de canal. O puede, simplemente, que no vea la televisión. Eso le pasa a mucha gente. Sin ir más lejos, le pasa al que viene siendo su jefe en sus dos últimos empleos. Hace año y medio, en un almuerzo en Málaga, cuando escuchó duras críticas hacia Canal Sur, Chaves dijo: 'A mí no me gusta; yo no la veo'.

La actitud desdeñosa hacia la televisión puede dar buen tono a quien la ostenta, pero no es de recibo si quienes la esgrimen tienen poder sobre ella. La televisión es el medio que impone los valores dominantes entre los sectores más desfavorecidos. En definitiva, tiene más importancia que el sistema público de enseñanza: llega a mucha más gente, pero se utiliza para cosas tan dudosas como para hacer de Jesús Gil un héroe popular dedicándole dos programas del supuestamente prestigioso Canal 2 Andalucía.

Hace tres semanas, en este periódico, Chaves decía que Canal Sur necesitaba competir y que no veía diferencias entre la televisión pública andaluza, la española y las privadas. Ese es justamente el problema: si no tiene otra forma de competir que la de ofrecer basura, quizá lo mejor sea que o no compita o que deje de emitir. Y, además, saldría más barato.

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