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Comienza el juicio contra el preso de Soto que mató con una cuchilla de afeitar a su compañero de celda

La Audiencia de Madrid celebra desde hoy el juicio contra el interno de la cárcel de Soto que, guiado por su grave esquizofrenia, mató a golpes y con una cuchilla de afeitar a su compañero de celda, Jesús Cano Muñoz, al creer que éste quería envenenarle. El crimen ocurrió el 12 de enero de 1999. El juicio se celebrará con jurado popular en la Sección Cuarta de la Audiencia, que preside la magistrada Pilar Oliván.

El fiscal solicita para el acusado, Pablo E. B., de 64 años, nueve años de cárcel o internamiento durante igual periodo en un centro psiquiátrico. Todos los informes periciales revelan que Pablo sufre una esquizofrenia evolutiva, de ahí que lo previsible es que sea absuelto del asesinato por inimputable y acabe en el psiquiátrico de Fontcalent (Alicante). Lo sustancial del juicio, al menos en lo que más hincapié hará el abogado de la familia de la víctima, Francisco Vargas Salmerón, es en 'determinar por qué la prisión dejó que la víctima, sin ser avisada del peligro, compartiese celda con un esquizofrénico que había sido trasladado a Soto desde la cárcel de Guadalajara tras matar a tiros a su esposa y quemar la vivienda conyugal'. También tratará de averiguar por qué 'los funcionarios tardaron 20 minutos en acudir a la celda tras oír los gritos de auxilio de Jesús Cano'.El fiscal considera que la Dirección General de Instituciones Penitenciarias es responsable civil subsidiaria de este crimen y que el Estado debe indemnizar con 7,5 millones de pesetas a los dos hijos de la víctima. El abogado de la familia pedirá 40 millones de indemnización. Cano era un preso preventivo (no había sido juzgado aún) y estaba separado.

El director general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Yuste, reconoció tras el crimen, en la Comisión de Interior del Congreso, que hubo un 'error' de su departamento en la muerte de Cano. A este preso preventivo la cárcel de Soto le asignó, sin él saberlo y por prescripción de un psiquiatra de la enfermería de la prisión, según el fiscal, un compañero de celda obsesionado con la idea de que querían envenarle.

En la madrugada del crimen, Pablo creyó que su compañero le había intoxicado con unas conservas y le propinó sucesivos golpes en la cabeza con el sanitario de la celda; luego cogió una cuchilla de afeitar que extrajo de una maquinilla y le asestó decenas de cortes. Cuando los vigilantes entraron en la celda hallaron a la víctima en el suelo, y al procesado, hincado de rodillas, explicando ante una estampa religiosa los motivos de su acción: 'Quiso envenenarme y me he defendido'.

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