Brasil echa a Leão en el aeropuerto
El seleccionador brasileño pierde el cargo tras siete meses y diez partidos
El entrenador Emerson Leão se sumó ayer a la masa de desempleados brasileños. Después de siete meses y 13 días al frente de la selección, periodo marcado por una impresionante secuencia de derrotas humillantes, Leão fue destituido cuando se preparaba, al otro lado del mundo, para emprender el regreso a Brasil.
Faltaba poco para el embarque del vuelo 8837 de Varig, cuando en la misma cola frente al mostrador de la compañía el coordinador técnico de la selección, Antonio Lopes, informó a Leão que tan pronto llegaran a Río sería expulsado del puesto que le rendía, además de algunos disgustos, poco más de 100.000 dólares al mes.
Leão preguntó si era absolutamente seguro su despido. Al oír la confirmación, dijo que prefería pedir entregar el puesto allí, en el aeropuerto de Narita. Más que un gesto de dignidad, ha sido otra de las múltiples explosiones de un entrenador que se caracterizó -además de por los fracasos- por una actitud invariablemente autoritaria, prepotente y vanidosa. Acto seguido, Leão se lanzó encima de un fotógrafo que no había hecho más que registrar su presencia en la cola. Gracias a esa reacción destemplada se confirmó que Leão no tenía empleo.
Terminó así un periodo turbulento de diez partidos oficiales. Tres victorias, cuatro empates y tres derrotas en los que se vieron cosas tan extrañas como a Roberto Carlos en el puesto de defensa central o fuera de la lista. Brasil perdió frente a México, Ecuador o Australia.
La gota que colmó el vaso fue el desempeño absolutamente bizarro de la selección en la reciente Copa de las Confederaciones, disputada en Japón y Corea. De los cinco partidos que jugó, Brasil logró una sola victoria, contra Camerún. En total, anotó tres goles. Perdió contra Francia, Australia, y ante Japón y Canadá logró anémicos empates. Y con un agravante: el equipo australiano jugó sin cinco de sus titulares, dispensados para poder comparecer a la boda de un compañero de oficio.
Más preocupante es la situación del equipo en las eliminatorias para el Mundial de 2002: el partido que se disputará contra Uruguay el próximo mes de julio será decisivo. Brasil ocupa el cuarto puesto de la grupo suramericano, el último que concede la clasificación directa para el mundial. Pero más allá de la revuelta y de la indignación de los aficionados, lo que existe es el firme temor de que, por primera vez en la historia, la selección nacional no logre una plaza en un Mundial.
El gran favorito del público para ocupar ahora el cargo de seleccionador es el temperamental Felipe Scolari, del Cruzeiro de Belo Horizonte. Invitado hace nueve meses, rechazó. Prefirió quedarse en el Cruceiro, ganando la mitad que en la selección. Invitado ahora, dijo que estaría dispuesto siempre que le asegurasen libertad total.
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