La metamorfosis granítica de 300 atletas en la sierra
Los corredores del V Maratón Alpino Madrileño tuvieron que superar un día de niebla y bruscos desniveles
Cuando salieron del puerto de Navacerrada eran de carne y hueso; y en la meta, al llegar, parecían estatuas de piedra. Lo primero fue a las 8.15 de ayer, y lo último, cuatro horas y siete minutos después para Quico Soler -el ganador- y ocho horas y 50 minutos para Jaume Subira -el último- Ya eran las cinco de la tarde.
Más de 250 atletas de ultrafondo completaron una metamorfosis granítica en la quinta edición del Maratón Alpino Madrileño de la Sierra de Guadarrama tras atravesar entre la niebla la Loma del Noruego; escalar la, alfombrada al principio y escarpada después, subida al pico Peñalara (2.430 metros); gatear, ya con sol, por el tubo pedregoso de Las dos Cabezas; crestear entre Madrid y Segovia por el paraje lunar de la Bola del Mundo y refugiarse entre los pinos que conducen a Siete Picos y al valle de Fuenfría. Todo ello condimentado con una de las mayores moles graníticas del mundo.
'Se me atragantó el final; creía que era más ligero y es una leve subida que no se acaba nunca'
Los masajes del final de carrera que brindaron de forma voluntaria 10 masajistas de la asociación Quiromad devolvieron el aspecto carnal a las magulladas y agarrotadas piernas de los atletas. Miguel Ángel Perdiguero, décimo clasificado y primer madrileño, lo agradecía con sumo placer: 'Son unos fenómenos, y a mí me ayuda a mezclar mis sentimientos de euforia y relajación por haber acabado y recordar la carrera'.
Y es que el maratón alpino madrileño no es el maratón tradicional y es difícil de olvidar, y eso queda claro cuando se observa su accidentado perfil. Pero el de ayer, además, tuvo que ser mutilado en tres kilómetros para que la leyenda que le engalana -'posiblemente el maratón más duro del mundo'- no se transformase en 'el más peligroso'.
Debido a la lluvia del sábado y de la madrugada de ayer, se evitó el paso por la Cresta de los Claveles, donde grandes lanchas de piedra dirigen su pendiente hasta el abismo, y la bajada de la Laguna de los Pájaros, en la que las pequeñas piedras se convierten en ruedas de patines para los atletas.
Amado Álvarez, uno de los cinco guardas forestales que ayudaron en la seguridad de la prueba, respiró tranquilo cuando se enteró del recorte: 'Es, sin duda, la parte más peligrosa de la carrera, ya que hay mucha piedra, que está mojada, y la ruta por la que han de pasar no es muy ancha'. Y Perdiguero lo ratifica: 'Esa zona no debería existir en el recorrido ni cuando está seco', apuntó.
Sin embargo, algún atleta echó en falta esta parte. Fue el caso del maratoniano Rodrigo Gavela, de 35 años, subcampeón de España de la distancia el pasado marzo en Barcelona y poseedor de una marca de 2 horas, 10 minutos y 27 segundos. 'Me habían dicho que es un maratón muy bonito y que la bajada por la Laguna de los Pájaros es preciosa, pero me he quedado sin verla', dijo Gavela tras retirarse, cuando era séptimo en el kilómetro 19 y una hora y media después de tomar la salida, como tenía previsto. 'He corrido para probarme en las carreras de montaña, ya que voy a dejar el atletismo de forma profesional para participar en este tipo de pruebas de aficionados. Aunque he llegado tan bien que me han dado ganas de continuar', comentó.
Y es que a Gavela le encanta el monte: 'Soy de Fabero, un pueblo del Bierzo leonés, y siempre me ha gustado correr por la montaña. Lo que he visto hoy me ha parecido totalmente distinto. Es como un entrenamiento en el que vas solo, te mezclas con la naturaleza y olvidas el aspecto competitivo'. Aunque también tuvo su dosis de riesgo: 'Me he llegado a perder en la cima de Peñalara, menos mal que la gente de la organización me había advertido de que volviera sobre mis pasos si no veía una cinta de señalización durante cien metros'.
El abandono de Gavela fue voluntario, no así el de dos bilbaínos. Luis Miguel Sancho, de 31 años, se produjo un esguince en un tobillo en la primera subida, y lo alimentó en la bajada, que hizo a la carrera hacia el puerto de Cotos, hasta que alcanzó un volumen descomunal. Acabó en el hospital de El Escorial, pero es que el pertinaz atleta encontraba mejor solución en un amigo: 'Debe de estar en el grupo de delante y es fisioterapeuta, por lo que intentaba darle alcance para que me mirase la lesión', aclaró el corredor.
Emilio Fernández, de 63 años, intentaba llevarse el primer puesto de veteranos, pero unos dolores de ciática y los consejos, casi prohibiciones, de la organización le obligaron a retirarse en el mismo punto que su paisano. 'Debe de haber sido por culpa de estos pantalones de goma que he llevado al principio; ahora no puedo ni sentarme. Es la primera vez que me pasa algo parecido y me molesta', lamentó.
El sufrimiento no fue patrimonio exclusivo de los que se tuvieron que retirar. Los primeros que lograron alcanzar la meta coincidían en que el lugar de mayor padecimiento había sido, paradójicamente, el de menos pendiente, el Camino de Schmidt. 'Se me ha atragantado el final. Ya vas tocada, es verdad, pero creía que el camino era más ligero y es una leve subida que no se acaba nunca', afirmó Anna Serra, de 31 años y primera mujer en entrar en meta con un tiempo de 4 horas, 56 minutos y 48 segundos. El trofeo para su esfuerzo, como el del también catalán Quico Soler, fue una piedra de granito tallado, que Serra calificó de 'muy grande' y que recibió con resignación: 'Bueno, lo importante es participar'.
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