'El flamenco ha salido de la cuna'
Elisabeth Slepkowski. Así se llama una cantante y amiga canadiense de Miguel Poveda a la que el joven cantaor catalán enseñó a cantar por martinetes en aquel Festival de Edimburgo en que trabajó con Calixto Bieito. 'Estuvimos unos días dándole a la letra, a los giros. Nos hicimos amigos. Y unos meses más tarde, recibí una cinta con su martinete grabado. No era muy jondo, pero era para comérselo. Hacía un giro tan bonito, seguramente sin querer, que se lo robé. Desde entonces, lo canto siempre'.
La anécdota, que Poveda (Barcelona, 1973) cuenta muerto de risa y de afecto por su amiga, sirve bien para saber por dónde van los tiros del flamenco. Primero, una cantante canadiense se interesa y acaba cantando un cante mítico, de gitano de fragua. Segundo, un cantaor catalán se sienta con ella y se lo enseña. Tercero, el cantaor oye la versión de su amiga y le roba un trocito y lo hace suyo, cosa habitual que nadie suele reconocer. Moraleja: el flamenco cada vez es de más gente, más universal, ha salido de las cuevas, los patios y los tablaos y llegado a Cataluña, a Pamplona, a Japón, pero parece claro que va a acabar llegando a todo el mundo, y que dentro de no se sabe cuánto, no mucho, igual un siglo, cualquier músico de cualquier parte lo entenderá y será capaz de tocarlo y cantarlo como hizo Miles Davis. 'Igual que pasó con el jazz o con el blues, el niño ha salido de la cuna y ha echado a andar. Y ahora es imparable. Da pena, porque los mitos van desapareciendo, que si la cuna del cante, que si el cante puro... El niño se ha levantado de la cuna y nadie sabe dónde está'.
Eso dice Miguel Poveda, que ha demostrado con creces, como Maite Martín, que no hay que ser andaluz para cantar flamenco, gran flamenco. Lo vuelve a hacer en su nuevo disco, Zaguán, un maduro repaso a cantes olvidados y otros de absoluta vigencia, 45 minutos de cante grande y música seria, 9 temas marcados por una belleza apasionada.
Pregunta. ¿O sea que lo de ser catalán ha dejado de ser un obstáculo para ser cantaor?
Respuesta. Yo nunca he sentido rechazo, aunque ha habido algún tonto que ha dicho esa tontería de que siendo catalán... Admito que me hayan criticado por estar demasiado verde o por haber cantado mal, pero no por ser payo o catalán. Pero sí, ahora parece que en el sur me quieren más, sí. He ido mucho a Jerez de fiesta, lo he pasado de muerte, he aprendido, he estado cantando en Utrera y me han acogido como uno más... Fui a casa de la Fernanda y la Bernarda, y la Bernarda me cogió de la mano y me dijo 'ven que te voy a enseñar la granaína por bulerías', y allí estuvo, enseñándomela, creía que estaba soñando, pero era verdad. Y a Jerez voy mucho, es impresionante, una borrachera de arte...
P. Qué borrachera. Así se llama el último tema del disco, esa bulería de Jerez en la que canta con Luis El Zambo mientras Moraíto Chico hace jaleo y compás.
R. La metí para explicar lo que sentí al conocer a Luis el Zambo en la peña Los Juncales de Jerez, la maravilla que fue conocerlo y oír cantar a ese hombre. Moraíto vino para meter la guitarra, pero El Zambo está más cómodo acompañándose con los nudillos en la mesa que con la guitarra. Como quería que sonase su mejor cante, Morao se puso de palmero y productor del tema.
P. Cuando ganó la Lámpara Minera en La Unión, en el 93, muchos decían que tenía una técnica estupenda pero que le faltaba vida, salir más de fiesta, que se notaba que había aprendido en los discos, no en los tablaos.
R. Sí, ya lo leí, y pensaba: qué equivocados estáis, con lo juerguista que soy, y lo que me gusta salir y reírme. Lo que pasa es que entonces era muy bakalaero, me gustaba más la discoteca que el tablao. Ahora me encanta la fiesta flamenca, ir al Candela en Madrid, o a Jerez, o a Tokio. Disfruto como un niño, se me pone la sonrisa de oreja a oreja y no dejo de reírme...
P. ¿Así que también hay Candela en Tokio?
R. Claro, primero están los hoteles, y luego hay un local que se llama Casa Nana y caben sólo 30 o 40 personas, es muy pequeñito. Cuando cantas, luego tienes que salir a la calle a coger aire y respirar.
P. ¿Y qué se aprende en las fiestas?
R. De todo. Hay veces que la gente va a competir, a cogerte en los fallos, a ronear... Yo lo observo todo, les miro las caras, les robo cosillas a los demás. Pero otras veces te olvidas de todo y lo pasas de locura, si te equivocas da igual, estás en contacto con el flamenco vivo, el de verdad.
P. No será ahí donde ha cogido la liviana y el pregón, esos cantes casi perdidos.
R. Qué va. La liviana fue uno de los primeros cantes que yo hice, porque me lo exigieron para un concurso. Encontré esa cinta vieja y dije, pues palante. Pero tampoco los elijo para dármelas de recuperador de cantes olvidados. Sólo lo hago para divertirme, más que para ampliar el repertorio. Cuantas más cosas cantes, mejor. Pero hay que ir despacio.
P. ¿En qué momento se ve?
R. Me veo bien, tranqui, trabajando mucho, más adulto cantando, buscando cosas, encontrando otras, conociéndome mejor, improvisando más. Esta carrera es muy larga, la estoy llevando como me gusta. No quiero ser famoso, sino un cantaor personal, buen profesional...
P. Eso se le vio ya el año pasado, en el teatro Albéniz, aquella noche que mondó a José Mercé y a Estrella Morente...
R. (Se pone colorado como un tomate). Mondar, mondar... Fue un concierto decisivo, sí, porque yo ya no tenía miedo a cantar en Madrid, me sentía más seguro. Estrella no tuvo su noche, pero si llega a tenerla yo me hubiera tenido que esconder en un saco. Es única. A Mercé la verdad es que no le oí cantar. Pero la verdad es que está ayudando mucho al flamenco vendiendo tantos discos.
Babelia
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