Olano y Osa, en el podio de Milán
La expulsión de Frigo no eliminó finalmente la duda creada por la suspensión de La Fauniera
Unai Osa habría dado su vida porque el juez hubiera organizado un día, o dos, después, la redada policial que tan tajantemente cambió la cara del Giro. No. Su deseo no pudo hacer nada. La redada policial se había producido, inevitable, el miércoles 6 de junio, por la noche, y no otro día. había habido redada, y también asamblea general el jueves por la mañana. Y Osa, y los demás corredores, en vez de estar sufriendo por la increíble Fauniera, escalando la desconocida Santa Anna di Vinadio, estaba allí, esperando que la asamblea decidiera si el Giro terminaba. para cuando la decisión llegó, ya era imposible correr la etapa, su etapa, la etapa reina, el día que tanto esperaba.
Unai Osa no fue el único que lamentó amargamente la suspensión de la etapa reina. Y no sólo porque era el día en que debía asaltar al podio, a la tercera plaza ocupada por su amigo y paisano Abraham Olano. De todas maneras, con los últimos acontecimientos, y la expulsión del segundo, Frigo, los dos guipuzcoanos serios y trabajadores, el veterano rodador y el más joven escalador, lograron acabar los dos en el podio. Olano, por segunda vez, tras su tercer puesto del 96.
No, el intringulis era otro. 'Nos hemos quedado con la duda de la Fauniera', explica José Miguel Echávarri. 'Es la asignatura pendiente que nos ha faltado cumplir para conocer mejor a Unai Osa'.
A Unai Osa, eso es, no le conocía nadie. O casi nadie. Para la mayoría de los aficionados, el joven de 25 años que vive en un caserío en Itziar (Guipúzcoa) sobre los acantilados, con el mar siempre a la puerta de su casa, era uno de esos nombre que los expertos llevaban años repitiendo pero al que nunca veían en las carreras que cuentan. Ganó hace dos años la Clásica de los Alpes y luego el Tour del Porvenir, pero llegaba una gran ronda, una Vuelta o un Giro, y desaparecía.
Era, en realidad, un auténtico gafe. Caída y retirada en la primera etapa del Giro 2000. Caída y retirada a las primeras de cambio en la Vuelta 2000.
Tiene 25 años, pero como anda de boca en boca desde 1997, desde que lo fichó Echávarri para el Banesto, levantándoselo limpiamente al Euskadi, junto a su hermano Aitor, parece mayor, mucho mayor. Y, sin embargo, sigue siendo el joven extramadamente serio, y tímido, que sólo entiende la vida como ejercicio de autodisciplina y para quien no existe otra cosa, para él, y para toda su familia, que el ciclismo. Vive por y para la bicicleta.
A Unai Osa no se le puede llamar a su casa a la hora de la siesta porque está descansando. Ni más tarde de las 10 de la noche porque está durmiendo.
Vida de caserío. Alma de audacia.
Unai Osa tiene una parte muy parecida al Perico Delgado al que siempre ha admirado como ciclista, al que ha aplaudido con forofismo infantil. 'Sus ataques pueden ser tan explosivos como los de Perico', dice Echávarri. 'Y más, porque es más constante'.
Y tiene otra parte que no es de Perico. Le puede la valentía, le puede tanto que cuando se ve fuerte ataca, pero no mira a los rivales, no les observa para ver si jadean o suben forzados o sufren. No ha entendido aún, como se vio en el Pordoi, la principal lección de Induráin y otros campeones: no hay que atacar cuando se tienen ganas porque se está fuerte, sino cuando los demás están más flojos.
La gente ya sabe que lo de Unai Osa no era sólo una campaña publicitaria. Su equipo ya sabe que es sólido y aguanta tres semanas. Ha subido al podio del Giro, cosa que no tantos españoles han hecho (Suárez, 61, Fuente, 72, Galdos, 72 y 75, Alberto Fernández, 83, Induráin, 94, y Olano, 96 y 2001). Pero la pregunta buena seguirá sin respuesta, quizás hasta su previsto debut en el Tour, en 2002: ¿qué habríamos visto en la Fauniera?
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