Sin dueño
Aunque al final el resultado global esté siendo el esperado y se haya alcanzado el siempre bienvenido quinto partido, hay que reconocer que el Real Madrid y el Tau están disputando una serie dudosa, en la que nadie, ni individual ni colectivamente, está manteniendo la necesaria coherencia ni mucho menos la obligada dote de mando. Lo que enseña y proclama un partido se desmiente al siguiente dejando en entredicho la mayoría de las conclusiones universales a las que tanto nos gusta acogernos.
Era la semifinal de Bennett y Raúl López y, al menos hasta hoy, no han conseguido ni de lejos confirmar este augurio. Subimos a un altar a Alexander por su primer partido y... si te he visto no me acuerdo. Desde entonces, desaparecido en combate.
Ponemos a parir a Struelens por su nefasto comienzo y nos deja con la boca abierta con un recital de rebotes y mates en el segundo para irse de nuevo al limbo de los justos en su viaje a Vitoria.
Stombergas era la gran amenaza para el Madrid, el único acreedor a una defensa uno al hombre y cuatro en zona, uno de los mayores honores que te pueden hacer en un campo de baloncesto. Como ocurrió en la final de la Euroliga, a Stombergas le ha entrado el mal de altura.
En la perversa situación general en la que nos encontramos, en la que se prima más al que evita que al que crea, Alberto Angulo no sale favorecido. Pero llega el tercer partido y realiza toda una reivindicación del artista en vez del picapedrero que tanto gusta en los últimos tiempos, ése que salta, corre, choca, pero que de baloncesto... bien poquito.
El único punto de estabilidad de toda la semifinal lo está dando Scola, lo que es todo un síntoma de los derroteros por los que circula, pues el argentino normalmente acompaña su tremendo talento con dudosas actuaciones provenientes de una emotividad excesiva.
En estas condiciones, imaginar el partido de mañana, salvo en su faceta emotiva, se antoja complicado por no decir imposible. No existe un patrón que vaya más allá de una tarde ni jugador que mande dos días seguidos. El Madrid tiene a favor el campo, si es que la afición blanca considera suficientemente importante el partido como para pasarse por el pabellón. El Tau viene de salvar el pellejo gracias a Foirest, pero tiene en contra que los marcadores guardan una desagradable similitud con la final de la Euroliga y ellos lo tienen muy presente.
Ambos equipos han dejado escapar una gran oportunidad. El Tau, en el segundo partido, en el que pudo y debió noquear definitivamente a los blancos. El Madrid en el cuarto, en el que se desplomó cuando tenía el juego, el resultado y la psicología a su favor. Estas cosas pasan cuando no hay mando ni señor. Desde su inicio, está siendo una serie sin dueño.
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