El alma por un piso
Soy un hombre de 30 años que busca piso en Barcelona. Los problemas para un autóctono como yo son numerosos. No quiero pensar en los que tendrán quienes vienen de fuera sin papeles de residencia. Y es que tanto si quiero alquilar como si quiero comprar se me pide una nómina de trabajo fijo que no tengo, porque trabajo, no por gusto, para una empresa de trabajo temporal (ETT). Y eso cuando no estoy en paro. Tengo novia, pero su situación es gemela de la mía con la variante de que ella suele cobrar menos que yo por ser mujer. Los hombres y las mujeres parecen tener los mismos derechos hasta que trabajan para un empresario y se habla de dinero.
Pero la ordalía continúa. Se me pide un avalista que puede acabar siendo mi padre, el cual se hipotecará por mí con el banco. El banco te pide el alma y el cuerpo y te presta un dinero a cambio de que le devuelvas el doble. Creo que es pedirle mucho a la fortuna. ¡30 años de estabilidad económica para poder pagar tu hogar!
En Barcelona hay una nueva modalidad de los sin techo: la de quienes tienen que vivir bajo el techo de sus padres. Mejor que la de los otros, pero igualmente inmoral. Como las circunstancias políticas que lo han permitido.
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