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La tragedia ha dejado huella en Curtius

En Curtius, la vida sigue. Pero el golpe del accidente del pasado día 28 de mayo en el que dos niños del colegio Badalonès murieron ahogados en la riera de Merlès ha dejado huella. Joan Carles Solé, que desde hace seis años es, junto a su esposa, el responsable de un negocio que antaño habían regentado sus padres, aún no entiende qué pasó en la trágica tarde de aquel día.

Lo que en verdad le quita el sueño son los niños fallecidos y el dolor de sus padres. Pero tiene otras preocupaciones: saber cómo evolucionarán las actuaciones judiciales e intentar que la compañía de seguros le asista porque la actividad que realizaban los alumnos del colegio Badalonès entraba dentro de lo que él considera que le cubre la póliza. El debate generado sobre la seguridad no le preocupa, sino que le molesta. Él tiene claro que los niños del colegio Badalonès realizaban una excursión, no un deporte de aventura. En la riera de Merlès y en el mismo punto donde sucedió el accidente, centenares de personas se bañan todos los fines de semana. Los de Prats de Lluçanès lo han hecho toda la vida y los del camping Merlès lo descubren durante su estancia.

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En Curtius, casa situada en el municipio de Lluçà (Osona), se iniciaba ayer un camino de retorno hacia la normalidad. Solé, su esposa y una persona que tienen contratada se apresuraban a poner la comida a punto. Un grupo de disminuidos psíquicos de Barcelona pasaba ayer el día en la casa, como ya estaba previsto antes del accidente. Se les organizó una visita al Molino de Puig-oriol y se les suspendió la descubierta de la riera de Merlès. Nadie ha limitado la actividad ni ha inspeccionado la casa de colonias, pero, de momento, no hay baños en la riera.

Solé admite que tender una cuerda de un extremo al otro de la riera en la que los niños quedaban sujetos por un mosquetón es un sistema que ha fallado. En su opinión, nadie se habría imaginado que dos mosquetones se engancharan, como sucedió según el informe de los bomberos de la Generalitat que rescataron los cuerpos de los niños.

Joan Carles Solé había probado el recorrido con familiares y amigos durante los tres últimos años. Era, según explica, una excursión para descubrir la riera de Merlès, sin más aventuras que pasar unos metros por el interior de la riera. Una actividad adecuada al entorno, que entraña poco riesgo si los niños saben nadar, asegura Solé. Pero el día del accidente, esta experiencia de atisbos inocentes acabó en tragedia.

Tras el dolor y las dudas, queda un tenebroso futuro. Después del accidente del día 28, en Curtius se han anulado tres reservas de centros escolares que debían pasar algunos días del mes de junio en la casa. No son todas las reservas que tenía porque hay otra escuela que la próxima semana estará en Lluçà. Eso sí, con más profesores de los previstos inicialmente, para tranquilidad de los padres.

En julio, la ocupación seguirá al 100% porque se trata de grupos de esplai, que, en opinión de Solé, tienen menos prejuicios que las escuelas. En agosto la actividad es mínima, y para septiembre todo son dudas. Si las escuelas renuevan la confianza, la casa continuará su actividad. Si no, deberá replantearse su futuro.

Curtius es una de las casas de colonias más antiguas de Cataluña. Con una capacidad para 52 plazas, tiene una trayectoria de 20 años. Por las casas de colonias de la comarca vecina del Berguedà, la que tiene más establecimientos de este tipo en Cataluña, pasan todos los años 20.000 niños.

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