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Reportaje:Bodega Cortijo El Cura | EMPRESAS

Culto a Baco sin artificios

La firma produce en solitario vino ecológico en la Alpujarra almeriense

Existe un vino tinto sabor vainilla y tostado, con regusto a cereza y ciruela y equilibrado en boca en todos los sentidos que empieza a abrirse mercado junto a otro blanco, sabor piña y melocotón maduro, con reminiscencias de mazapán y almendra además de tener bastante cuerpo. Descritos así, estos vinos no despiertan más interés que otros muchos, hasta añadir el matiz que los convierte en poco menos que néctar exquisito de unos viñedos que funcionan desde hace dos décadas: no sufren ningún tratamiento químico y todo el proceso de elaboración es ecológico.

El tinto de crianza Jáncor y el blanco Oro del Llano comparten también cartel con el rosado Infante Francisco Domingo. Los tres son productos exclusivos de la Bodega Cortijo El Cura, que lleva tan sólo tres años afanada en lograr caldos atractivos en calidad y precio a la vez que 'irresistibles' por su sistema de producción natural.

La diferencia principal estriba en que no se usan insecticidas y todos los abonos son orgánicos y naturales

En unas 12 hectáreas, a cuatro kilómetros de Láujar de Andarax, en plena Alpujarra almeriense y entre las sierras de Gádor y Nevada, la finca ecológica de El Cortijo El Cura obtiene unos 40.000 litros de vino anuales en el conocido paraje de Jáncor, en uno de los pagos más famosos, el Llano de Láujar, y con unas condiciones naturales 'excelentes' para la práctica de la agricultura ecológica. Los hermanos Sánchez Martín, Justo y Antonio, se encargan de la cosecha y el embotellado en un meticuloso y artesanal proceso que, a primera vista, no resulta más caro que el convencional. 'La diferencia principal estriba en que no usamos insecticidas de ninguna clase y todos los abonos son orgánicos y naturales, a golpe de estiércol. También echamos azufre a las viñas para prevenir el hongo de la ceniza', explica Antonio.

El proceso de elaboración implica tener que separar las hierbas tras el prensado de la uva. Esos restos orgánicos vuelven a echarse a la tierra. Todos estos pasos encarecen, sólo por la mano de obra empleada, la producción ecológica. 'Aunque ahorres en productos químicos gastas más en jornales, por un lado. Y, por otro, nosotros no usamos ningún tipo de clarificantes de síntesis. Eso quiere decir que el vino que sacamos tiene un porcentaje más alto de turbio que retiramos del vino para volverlo a reutilizar como abono. O sea, que sacamos menos vino de cada litro con respecto a una bodega convencional', explica la enóloga de la finca, Mercedes Falcón.

Los seis meses en barrica de roble más otros seis reposando en botella, en el caso del tinto, hacen el resto para lograr sacar al mercado la botella de crianza a 850 pesetas y a unas 500 las de blanco y rosado. La enóloga traduce el éxito de estos caldos en la antigüedad de las cepas a la vez que en las condiciones climatológicas de la zona. 'Los criterios tecnológicos de fabricación son similares a los de los vinos convencionales pero nuestra uva no sufre ningún tratamiento químico: no usamos levaduras ni nada fermentativo. La suerte', continúa la experta, 'es que se trata de viñedos viejos de más de 20 años y dan mucho extracto. Cualquier persona que aprecia el vino quiere nuestro vino, pero no por ser ecológico sin más', sostiene.

Las colonias de extranjeros residentes en Roquetas de Mar, próximas a la zona, son, junto con el mercado provincial y el granadino, incondicionales de un vino que no produce achaques ingerido en grandes dosis. 'Nuestros clientes alemanes, acostumbrados a beber gran cantidad de vino, aseguran que con el nuestro jamás les ha dolido la cabeza, además de apreciarlo por su calidad de sabor', comenta Falcón.

La enóloga anuncia por estos motivos de demanda creciente la próxima salida al mercado de un tinto de reserva que, aunque adivina con sabor a pimienta, reserva su descripción definitiva hasta septiembre, mes de presentación.

Cuenta la tradición vitivinícola de la comarca que las primeras poblaciones que se asentaron en la zona buscando mineral, fenicios y romanos, se esmeraron por extraer el mejor caldo de la uva. También los árabes, pese a la prohibición coránica, se hicieron grandes viticultores. El culto a Baco, dios romano del vino que enseñó a los hombres el cultivo de la vid, se mantiene en la zona intacto al paso de los milenios y se reconcilia con sistemas de producción que los antiguos descubrieron y practicaron. Un vino ecológico y sin aditivos que ha sobrevivido al paso de la historia.

Justo Sánchez Martín, en su finca de viñedos ecológicos.
Justo Sánchez Martín, en su finca de viñedos ecológicos.FRANCISCO BONILLA

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