Del real al euro
Lagartijo y Frascuelo cobraron a las empresas del siglo XIX en reales. Los diestros finiseculares como Guerrita, al igual que Joselito, El Gallo, y Belmonte, facturaban en pesetas. La moneda de cambio adoptada por Manolete o su apoderado era el duro. Manuel Benítez, El Cordobés, en sus travesías a América, dícese que cambiaba el salto de la rana por dólares. Y dentro de un año, merced a la instauración de la unión monetaria, San Isidro, como antes otras ferias, someterá sus abonos y sus carteles a la transformación económica del euro, lo que dará lugar a la eclosión de otra generación de toreros de la que saldrá uno al que se vinculará en honorarios y relumbrón público a la moneda única. De todos modos, nada tan desequilibrado y sometido a la injusticia como la renta obtenida por los distintos matadores a lo largo de la historia del toreo. Distintas valoraciones parecen ponerse de acuerdo en que El Guerra llegó a cobrar a finales del siglo antepasado la cifra de 6.000 pesetas por corrida, lo que probablemente equivaliese a más de un cortijo por desamortizado que estuviese. El dúo sustentador de la edad de oro, Joselito y Juan Belmonte, llegó al consenso de cotización para cada uno de 7.500 pesetas; esto, hacia 1920. El año del final de la guerra civil, 1939, con todas las euforias desatadas para la España triunfadora, el nivel de estimación retributiva de Manolete, cuando hizo su presentación en Madrid, parece que alcanzó los 20.000 duros. La cima de la tendencia alcista de los emolumentos toreros en aquella época la alcanzó el mexicano Carlos Arruza a finales de los años cuarenta, a quien se le calcula el medio millón de pesetas. Así, el dispendio de los años sesenta, cuando la empresa de Madrid, al parecer, ofreció a Palomo Linares dos millones y medio por confirmar alternativa. En esas mismas fechas, el dominio económico del torero de Palma del Río Manuel Benítez resultaba incontestable, y el coso venezolano de Valencia, con enorme aforo, albergó las artes heterodoxas del espada cordobés por tres millones de pesetas. Se especula con las tres tardes de Enrique Ponce, hace pocos años, en el ciclo madrileño por 40 millones el lote. Los 35 millones, repartidos al 50%, entre Ortega Cano y César Rincón, por matar la corrida de la Beneficencia de 1991. Y las cifras actuales, absolutamente estratosféricas a partir de la aparición de las televisiones privadas, canales digitales, subastas y licitaciones diversas. Junto a ello, un repaso retrospectivo por las reseñas de etapas pasadas, si es que vale como ejemplo, exige detenerse en el mes de julio de 1971, hace ahora 30 años, cuando murió José Mata a consecuencia de las heridas que le produjo un toro en Villanueva de los Infantes, población manchega de Ciudad Real, a unos cientos de kilómetros de Madrid. El diario Informaciones, en trabajo de Diego Bardón, se hacía eco de las manifestaciones de los compañeros de terna del infausto día, Carnicerito de Úbeda -trágicamente desaparecido más tarde en accidente de tráfico- y Paco Ceballos. Decían en el reportaje que cada matador recibió la cantidad de 35 pesetas. El 31 de julio de 1971, toda la prensa de Madrid informaba de que a la viuda de Camilo Alonso Vega, según un proyecto de ley que publicaba el Boletín Oficial del Estado, se le concedía una pensión excepcional de 135.000 pesetas anuales. O un anuncio de festejo en el verano de Las Ventas en 1968, con Gregorio Tébar, El Inclusero, como cabeza de cartel, con los tendidos a 30 pesetas. Qué lejos parece quedar todo cuando dentro de un año habrá que sacar los abonos en divisa europea.
'La llegada de la moneda única dará lugar a la eclosión de otra generación de toreros'
Antonio Campuzano es periodista.
Babelia
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