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Columna
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Playa Potemkin

Los Reyes se llevarán una imagen muy particular (y, ¡ay!, falsa) de la playa de Sant Salvador y de la avenida Palfuriana, en la que está ubicada la casa museo de Pau Casals. Una imagen similar a la que se llevaba la emperatriz rusa Catalina II al recorrer sus dominios acompañada por el fiel príncipe Grigori Alexandróvich Potemkin, que mandaba que se fueran levantando pueblos artificiales para que nada ofendiera la vista de su majestad -lo que condujo precisamente a acuñar la expresión 'pueblos Potemkin'-. La calle, concurrida, ruidosa y festiva arteria de tránsito entre Calafell y Coma-ruga, estaba cortada ya el día antes bastantes metros a ambos lados del museo, lo que causó el natural lío de tráfico (más aún por las fechas). Los coches que aparcan usualmente en las dos aceras de la calle habían desaparecido -la grúa trabajó a destajo-, no sólo en el tramo del museo, sino en todo Sant Salvador. Eso sí, el preciosista pintado de la calzada (líneas impolutas), la limpieza de las aceras y de las fachadas (con agua a presión) y el arreglo floral, digno de un concurso de ikebana, se limitaron esencialmente al trozo de delante del edificio y sus aldeaños. Paseando por allí uno tenía la sensación de entrar en un decorado de Hollywood. Hasta daba cosa ir con bermudas.

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La inauguración del Museo Pau Casals se reviste de acto de afirmación catalanista
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