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Reportaje:

Mercado con fronteras

CEPES y dos asociaciones ponen en marcha una agencia de colocación solidaria para inmigrantes

Tereixa Constenla

El currículo de Miguel Ángel Kofi Kambire, de 37 años, apabulla. Licenciado en Antropología Social en la Universidad Complutense, ingeniero agrónomo y, durante un tiempo, coordinador en España de un proyecto de derechos humanos de Naciones Unidas. Es políglota: se desenvuelve casi igual de cómodo en cuatro lenguas europeas (inglés, francés, italiano y español) que en otras tantas de origen mandinga. A pesar de su potente historial académico, está en el paro.

Kofi es uno de los 300 inmigrantes que se han inscrito en la agencia de colocación solidaria, un programa que han puesto en marcha dos organizaciones (Asociación Cultural Juvenil de Inmigrantes Luso Africanos y Asociación de Inmigrantes de Guinea Bissau) con la ayuda de la Confederación de Entidades Para la Economía Social (CEPES). Desde septiembre, cuando comenzó a funcionar, se han colocado 14 extranjeros en cooperativas de Málaga y Jaén, pero el ritmo de contratación para este año ascenderá a 80 personas, según las previsiones de CEPES. La confederación andaluza ha firmado recientemente convenios de colaboración con las dos organizaciones para integrar inmigrantes regularizados en las cooperativas y sociedades laborales de Andalucía que se agrupan en la entidad.

La agencia de colocación solidaria, que cuenta con financiación de la Consejería de Asuntos Sociales y el Instituto Andaluz de la Juventud, es una de las herramientas utilizadas por las dos asociaciones de inmigrantes para facilitar la integración laboral de los extranjeros. El acceso a sectores que no constituyen los tradicionales nichos laborales que demandan mano de obra inmigrante no resulta, sin embargo, fácil.

El caso de Kofi es un buen ejemplo. Llegó hace siete años con una beca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para estudiar antropología procedente de Burkina Faso; jamás ha recogido fresas en invernaderos ni ha trasteado ladrillos en una obra. Dos ocupaciones a las que tendría un relativo fácil acceso.

Aspirar a un trabajo acorde a su formación es más complicado: 'Para los trabajos que busco te suelen pedir la nacionalidad'. No le han contestado las empresas a las que se ha ofrecido, pero tampoco le han citado desde las oficinas de empleo. 'Quizás no me han llamado porque no hay trabajo, en los países donde hay trabajo la gente no mira el color', sostiene.

Los responsables de la cooperativa de trabajo temporal Aura, que colabora con CEPES y las dos asociaciones en el proyecto de inserción laboral, ofrecen una explicación más cruda. 'Es tristísimo cuando te llega un currículo como el de Miguel Ángel [Kofi] y ves que se enfrenta al rechazo por su piel', aduce Teresa López, directora de márketing de Aura.

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Todos los empleos que han gestionado hasta el momento para inmigrantes han sido gracias a sus redes familiares y amistosas: 'No hemos colocado a ninguno a través de la agencia, dependemos de unos clientes que siguen siendo racistas y te dicen que negros, no'.

Kofi, que aprovecha el tiempo disponible para presentar proyectos de cooperación y aumentar su formación, se ha concedido un año de plazo para hallar empleo antes de probar en otro país europeo, como Francia, Holanda o Reino Unido, cuyos mercados laborales presume más igualitarios. 'Aquí funciona mucho el nepotismo y el enchufismo, las relaciones personales ayudan mucho', argumenta.

Miguel Ángel Kofi Kambire, ayer, en Sevilla.
Miguel Ángel Kofi Kambire, ayer, en Sevilla.PABLO JULIÁ

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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