FERIA DE SAN ISIDRO | LA LIDIA

El novillero Gregorio Alcañiz torea por quinta vez consecutiva en Madrid

Madrid - 30 may 2001 - 00:00CEST

Desde finales de septiembre del año pasado, el novillero Gregorio Alcañiz sólo conoce una plaza. 'Y no es precisamente de pueblo', comenta. Ha toreado en cuatro ocasiones y todas ellas en Las Ventas. Hoy debuta en la Feria de San Isidro en la que es su quinta comparecencia en Madrid de forma consecutiva. 'Cuando ni se pone dinero para torear ni se conocen los despachos, no queda más remedio que tomar el camino más directo', añade entre sarcástico y dolido.

Alcañiz pertenece a los novilleros que se pelean cada contrato a todo o nada. 'Por lo menos tengo que cubrir los gastos que genera una corrida, de lo contrario no toreo', dice para colocarse en el lado correcto. De la otra parte de la raya que traza la declaración de este novillero de 26 años nacido en Madrid se encuentra lo peor de la fiesta: los ponedores, es decir, los colegas de Gregorio que, para poder hacerse un hueco en un cartel, no hacen ascos a pagar por ello.

'En una circunstancia así, te la juegas en cada corrida. Si no estás bien sabes que te quedas fuera. Pero es así y yo no admito ese cambio de cromos. Lo que haya que ganar o perder, con la muleta y la espada', dice retador. Las cifras que arroja su carrera son el perfecto reflejo de lo apenas declarado. Debutó con caballos en 1995. Las dos temporadas siguientes se fueron en hilvanar sueños imposibles. Fueron dos años para una única cita que añadir a la anterior. En 1998 su suerte cambió en el pueblo madrileño de Moralzarzal. 'Me pusieron junto a dos novilleros experimentados con cerca de 20 novilladas cada uno. Fui yo el que cortó tres orejas y un rabo, y, de paso, fui proclamado triunfador de la feria', recuerda. El tesón y las ganas le llevaron el 24 de septiembre de 2000 a, por fin, pisar la plaza de Las Ventas. Camino del hotel, se llevaba en la mochila una oreja y una vuelta al ruedo. Pero no sólo eso. De paso, se había ganado a pulso una nueva oportunidad, y luego otra, y otra... Han sido cuatro citas, dos orejas y cuatro ovaciones. 'He dejado claro que sirvo para ser lo que quiero ser: torero'.

'Estoy nervioso y tranquilo al mismo tiempo. El estado de tensión no te deja ni un segundo. En cualquier caso, estoy preparado para todo. Sé que todo puede cambiar en diez minutos. Espero que éstos sean mis diez minutos'.