Euro
Si alguien sabe manejarse sin problemas con el euro que levante el dedo.
Un servidor no lo levanta porque no sabe manejarse en absoluto. Sabe, sí, que el euro equivale a 166,386 pesetas, que entrará en vigor el 1 de enero próximo y que en la compra habremos de utilizar calculadora para que ajuste la conversión. Mejor no seguir, pues todo esto, y lo que cuelgue, es un mundo. Servidor aún no se siente invadido por la preocupación, a seis meses vista, pero contempla la llegada del euro como un nublado, y quién sabe si a los de la especie de un servidor les sucede lo mismo. De todos modos, uno lo tiene resuelto acogiéndose al recurso diseñado por la sabiduría popular para estos casos: siempre que ha llovido ha escampado, y a vivir que son dos días. A la altura en que estamos, y ya que llegó el calor, el objetivo inmediato es programar las vacaciones de verano, que pagaremos en pesetas por última vez, y la próxima Dios dirá. Luego, en cuanto pase el verano, nos prepararemos para las navidades, y de cara al año del euro estaremos a verlas venir.
Lo que haya de venir cae bajo el nublado ese que se espera a la llegada del euro. Porque si el comprador o el vendedor (o ambos a la vez) no saben hacer las cuentas, puede que se produzca el desembarco de los listos y los aprovechados; los que al hilo del desconcierto metan mano y obtengan ilegal ganancia.
Tiene uno la impresión barruntativa de que la ciudadanía está tan desinformada como un servidor, lo cual no es responsabilidad de la propia ciudadanía (ni de un servidor), sino de quienes manejan el cotarro. Las maravillas del euro y su venturosa venida nos las quisieron imponer por la vía virtual. En un espacio publicitario de televisión, pagado por el erario, salía dorado, fulgente y etéreo el euro volando sobre los tejados y abajo lo miraba una multitud con el gesto transido cual si se le estuviese apareciendo la Santísima Trinidad. A lo mejor a quienes perpetraron semejante mensaje de taumaturgias y sortilegios aplicado al prosaico euro no se les puso la cara colorada ni nada.
La televisión es el medio idóneo, en efecto, para hacer creer a la ciudadanía que el euro es un legado divino y que los burros vuelan. Lo que haga falta. Sin embargo, no lo han utilizado los poderes públicos para enseñar a los ciudadanos cómo han de hacer la compra con el euro, sus billetes y sus céntimos. Todos confiamos en la providencia, ésa es la verdad. De peores encrucijadas habremos salido, de manera que la del euro la resolveremos con nuestro proverbial salero. ¿Vas a comprar tabaco y te dice la estanquera 'son 2,10 euros?' Pues tiras de calculadora, y en un plis-plás te sale que en pesetas serían las 350 cabales. Y lo mismo con la leche o con la carne cuarto y mitad.
Demostraremos que somos más listos que los franceses, sin ir más lejos. Bueno, siempre hemos sido más listos que los franceses, no hay más que verlos. Los franceses, mucho güí güí y mucho oh la la, pero no se enteran. Hace más de cuarenta años que revalorizaron su moneda y mucha gente no se llegó a acostumbrar al valor del franco nuevo, pues al hacer los cálculos se seguían guiando por el del franco antiguo. Par de años atrás, el Gobierno francés emprendió una campaña de fomento de la natalidad con premios, y para que los ciudadanos se dieran cuenta de su importancia los valoró en francos antiguos.
Claro que semejante ardid servirá para los franceses mientras aquí que no nos vengan con ésas. Aquí, el más tonto hace relojes. Aquí, si, por ejemplo, uno va a la compra y se deja olvidada la calculadora encima de la máquina de coser, pues le hace la equivalencia del precio el comercio y en paz. Aunque, a decir verdad, no todos los comercios están preparados. Según la Cámara de Comercio, más de la mitad de las empresas madrileñas no están preparadas para el euro, y otras fuentes sostienen que muchos empleados no han recibido ninguna formación al respecto.
Y quedan otros flecos... El asunto del redondeo, por ejemplo. Si un decimal rebasa cinco se redondea a la unidad superior. Y debe saber el usuario que si en una compra le redondean el precio de cada artículo, ya no le pueden redondear el total. O quizá sea al revés. De todos modos, aquí somos unos señores y pasamos de nimiedades. ¿Será por dinero?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.