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Columna
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Imágenes múltiples

Son múltiples los envíos de luz, sonido, color, ejemplificados por decenas de imágenes variopintas, los que revolotean y viven dentro de Los mundos de Nam June Paik, presentado todo ello bajo los sinuosos e informales espacios del Museo Guggenheim Bilbao. Cuando se visita por primera vez la exposición del artista coreano, pero a todos los efectos estadounidense, la visión general entra en el espectador como un torrente de sensaciones. El poder de las imágenes es conducido hasta el paroxismo.

Al acudir repetidas veces, se empiezan a entender mejor las propuestas del artista y su encaje en el mundo del arte. De entrada, Nam June Paik se inició como compositor de vanguardia, participando en conciertos del Fluxus (grupo internacional de artistas creado en 1962, que se oponía violentamente a la tradición artística y a todo lo que oliera a profesionalismo). Seguidor de John Cage, quien introdujo el concepto de indeterminación en la música moderna, además de llevar el principio del azar a ultranza, Nam June Paik ofrece en esta exposición algunas de las enseñanzas que marcara el propio Cage. También se puede ver la influencia del artista alemán Joseph Beuys en parte de esos mundos del coreano. Y aunque no sea visible la influencia en esta muestra, por el interior de la vida creativa de Nam June Paik corrió como el azogue la concentración meditativa mediante la escenificación de campos abiertos de significados, penetrantes en el ámbito espiritual de la intuición. Es esa la enseñanza que toma de Beuys.

Pasados los años de aprendizaje, el artista oriental se inicia en un arte más personal, al utilizar lo procedente del mundo de la televisión y, por ende, los vídeos -con las profusas y variantes instalaciones videográficas- las grandes pantallas donde proyecta las imágenes, las televisiones manipuladas con amplificaciones de señal y otros muchos etcéteras afines. Dentro del universo televisivo existen diferentes modalidades. Cuando se inclina por la forma del vídeo, que es la mayoría de las veces, utiliza muchos aparatos de televisión. Las imágenes se repiten creando una gran multiplicidad en movimiento. Los vídeos están confeccionados sobre imágenes superpuestas, con cortes de secuencias rápidas. Se alternan las imágenes reales, junto a dibujos distorsionados e incluso a lo que podría entenderse como dibujos quemados de esas mismas imágenes aparecientes en el monitor. Por otro lado, conjuga los parlamentos hablados con imágenes en movimiento, a lo que se suman músicas de muy diverso tipo. La amplísima variedad de secuencias rápidas e imágenes múltiples conforma en el espectador la creencia de que aquello es más de lo que es. Sin duda, lo muy disperso, cercano a lo caótico, protocola a su favor.

Cuando se filman en vivo las secuencias-instalaciones del habitáculo en forma de aparato televisivo con peces vivos en su interior, o el reloj suizo, o el Buda con parte del cuerpo del espectador reflejado detrás, eso carece de especial significación. Como no merece mayores atenciones el piano con monitores de televisión, y las dos formas robotizadas (Robot familia: abuelo y abuela), soltando imágenes sincopadas de forma vertiginosa. En todo caso, tanto en el piano como en los robotizados, se percibe un gusto cercano al kitsch.

En la utilización del láser resulta atractivo y espectacular, que es lo que se busca, en lo que se conoce por la campana-cono. La aplicación sobre los Tres elementos debe demasiado a los hallazgos del op-art y del arte cinético. En cuanto a la Escalera de Jacob hay demasiada aparatosidad para tan poca profundidad. Frente a la multiplicidad de imágenes repartidas por el Guggenheim, se echa en falta algún atisbo de crítica hacia la sociedad dominante. En este sentido, es lástima que no haya fertilizado en Nam June Paik el ejemplo de uno de sus maestros, Beuys, quien fuera en vida un persistente y admirable removedor de conciencias.

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