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FLORA Y FAUNA URBANAS

Fernando Giner, presidente de la Diputación de Valencia, deberá convenir que la citada corporación es un alarde de desmadre administrativo, con la agravante de que este anacrónico ente no cumple ninguna función necesaria, al margen de propiciar nóminas. Su enorme nivel de endeudamiento, la aparición de 3.000 facturas impagadas y la arbitraria condonación de una multa a un diputado popular están requiriendo la intervención del Síndic de Comptes y de alguna otra jurisdicción.

- Emilia Caballero, abogada y aspirante a Síndica de Greuges adjunta, debiera reconsiderar su candidatura al cargo después de su cuestionada atención a una clienta, a la que dejó indefensa, pero sin dejar de percibir las minutas. Si el Colegio de Abogados no toma cartas en el asunto, el PSPV ya está haciendo tarde. No le han de faltar personas preparadas y sin mácula.

-Manuel Ibáñez, ex concejal de EU en el Ayuntamiento de Valencia, no ha dado un ejemplo de coherencia al abandonar -por motivos bastante más que endebles-la coalición que representaba e irse con el escaño debajo del brazo. A partir de ahora verá aumentada su retribución, pero con grave merma de su crédito personal y político. El transfuguismo siempre resulta deprimente, pero cuando se practica a costa de la izquierda parece como más escandaloso.

- Ramón de Soto, decano de la Facultad de Bellas Artes de Altea, no ha estado muy afortunado al amparar al estudiante que envió falsos paquetes-bomba a 26 docentes. Tal como andan las cosas, más que arte provocativo se nos antoja una iniciativa demencial que justifica el tratamiento psiquiátrico. Las profesoras denunciantes de la gamberrada procedieron con sensatez, no así el decano.

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