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Reportaje:

Barcelona japonesa

Yoshizumi Yamashita lleva 25 años abriendo las puertas de la ciudad a sus compatriotas

El matrimonio Yamashita tiene dos hijos. Yuko, la madre, explica muy seria que uno de ellos se llama Rona porque dicho en japonés suena Lona. Es un homenaje a la ciudad que les ha acogido durante 25 años, Barcelona. Para los japoneses que llegan a esta ciudad para instalar un negocio, el idioma y la cultura pueden ser un difícil obstáculo hasta que consiguen el teléfono de Yoshizumi y Yuko, unos auténticos embajadores sin título, pero ampliamente conocidos en los círculos políticos y económicos barceloneses.

Los empresarios japoneses que quieren abrir mercado en Cataluña saben que tienen que conocer a los Yamashita para conseguir un apartamento, un elaborado estudio de mercado o el contacto con un buen representante para iniciar un negocio de exportación. Son la llave para solucionar cualquier obstáculo o problema con que se enfrenten sus paisanos.

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Yoshizumi ha pasado, en 25 años, de ser un humilde profesor de judo a dueño del emporio Yamashita. El matrimonio tiene tres restaurantes japoneses -Yamadori desde 1976, Yashima desde 1989 y Yu, el último, inaugurado en 1991-, una empresa de servicios concebida en principio como agencia de difusión de noticias sobre Japón, que durante los Juegos Olímpicos ofrecía entre 1.000 y 2.500 comidas a los atletas, trabajadores y directivos de empresas y periodistas japoneses y se encargó incluso del acomodo de los corresponsales de prensa.

Como agente integrador entre las culturas oriental y occidental de la ciudad, Yoshizumi ha fundado una biblioteca con más de 20.000 títulos en idioma japonés. Además, dirige un servicio de catering y, en un futuro próximo, el primer take away de comida japonesa en Barcelona.

Yoshizumi Yamashita, alto y elegante compulsivo fumador de Ducados, recuerda sus primeros días aquí, cuando nadie le entendía y muchos pensaban, dice, que Japón y China eran lo mismo. Recuerda que en aquel tiempo, en 1973, apenas un centenar de japoneses habitaban por estos lares. 'Me salvó hablar algo de francés, pero da igual, al llegar a Barcelona me di cuenta de que quería vivir toda mi vida en esta ciudad', dice en un más que correcto castellano. 'Cuando decidí que me quedaba para siempre, pensé que para sobrevivir sólo podía hacer dos cosas, o abrir un gimnasio o un bar'. Se decidió por lo segundo y surgió el Yamadori, primer bar y luego restaurante japonés de la ciudad, que automáticamente se convirtió en el punto de referencia para sus compatriotas que vivieran o se dejaran caer por Barcelona. Ya por esas fechas y poco a poco, su nombre y su teléfono iba de boca en boca y sus compatriotas le llamaban para todo. Papeles, permisos de trabajo, un robo, un accidente.

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Yoshizumi conoció a su mujer, Yuko, en uno de sus frecuentes viajes a Hiroshima para comprar ingredientes inencontrables por acá en aquel entonces: algas, botellas de sake o vajillas tradicionales. Yuko tenía una galería de arte. Recuerda que lo vio entrar y pensó: 'A este tipo, con esta cara, no le puede gustar el arte'. Le gustaba ella. Yuko lo dejó todo y marchó con él a una ciudad desconocida: Barcelona. '¿Dónde está?', le preguntó, y él se la señaló en un mapa. Se casaron primero en Hiroshima y de nuevo al llegar a Barcelona, en agosto de 1983. Yuko recuerda: 'Tan pocos coches, tan poca gente, pensé: qué tranquilo, qué poco ruido, esto me va a gustar', ríe y rememora su propio estupor ante el volumen de tráfico y el fragor de la multitud cuando llegó septiembre. Desde entonces Yuko olvidó el arte y trabaja, mano a mano con su marido, al frente del grupo Yamashita. Estos días andan de celebración. Unas bodas de plata lo merecen, pero, como siempre, no paran de trabajar.

Paz en el trabajo

Antonio Rodríguez, mano derecha de los Yamashita en los restaurantes y en el catering, habla arrobado de sus jefes y parece un convertido al japonese way of life.Antonio explica su tranquilidad, sus detalles y exquisito gusto en una ciudad y un país tan dado al embrollo y el apaño.

Es cierto. En el restaurante Yashima reina ahora mismo una paz monacal, aunque están preparando y cocinando, además de lo usual para los clientes diarios, el desayuno, la comida, la merienda y la cena para las 40 personas del pabellón de Honda en el Salón del Automóvil en Barcelona. Así es desde el pasado día 19 y hasta el 27 de mayo, pero da igual, aquí todo son rumores de pasos y susurros. Gaudí llegó a convertir al catolicismo a dos arquitectos japoneses tras visionar su magna obra. El empuje del matrimonio Yamashita los capacita para transformar a los comedores de butifarra con mongetes en melosos fanáticos del sushi.

El matrimonio Yamashita, en uno de sus restaurantes.
El matrimonio Yamashita, en uno de sus restaurantes.ARDUINO VANNUCCHI

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