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Entrevista:COLIN DAVIS | DIRECTOR DE ORQUESTA

'No quiero decir que estoy harto de estrellas de ópera, pero debería'

Jesús Ruiz Mantilla

Flema británica. Mucha. Silenciosa, destilada y administrada con maestría. Eso es lo que se queda en la mente y la retina tras una conversación con el inglés sir Colin Davis (Weybridge, 1927), uno de los más brillantes directores de orquesta de su generación. Ha pasado por Madrid dos días, ayer y anteayer. Ahora se dirige a Valencia con la Orquesta Sinfónica de Londres -'un regalo para un hombre mayor como yo', dice- y Anton Dvorak en los programas, con la Sinfonía número 8 y el Concierto para violín.

Llama la atención en alguien que detesta el nacionalismo la elección del compositor checo, uno de los representantes de esa corriente musical, para su repertorio, más cuando ahora también aparecen en España las grabaciones de las sinfonías 8 y 9 en disco. 'Eso he oído, que consideran a Dvorak un músico nacionalista, pero para mí no importa. Mientras la música sea buena da lo mismo que sea checa o francesa', responde cómodamente sentado en un sofá del hotel Ritz de Madrid, con traje gris, tono de voz justo que acompaña sus formas exquisitas, pero se pega con una corbata amarilla chillona de caballos. Ni siquiera se descompone para dar énfasis: 'La cosa esta del nacionalismo es preocupante. Romper la comunicación entre la gente no nos conviene, y menos por mantener el mito de la independencia. Nadie es tan especial como para matarse por ello, es lo más estúpido que se me ocurre'.

Más en un mundo sin fronteras tecnológicas, en el imperio de Internet, un soporte en el que se han vendido algunos de sus discos en exclusiva. 'Lo que fabricamos con las manos es más interesante. Internet es la muerte de las herramientas, del tacto sobre las cosas, pero mientras sirva para difundir la cultura, vale', cuenta, no sin querer separarse de las contradicciones que le causa el invento. 'Es la novedad lo que nos impresiona, dentro de unos años será algo normal, ahora estamos en la época en que la gente lo utiliza para sacar dinero fácil, pero pasará'. Y en ese sentido, él destaca la importancia de la música sobre la tecnología: 'La música es la tecnología del ser humano, necesitas tu propia imaginación', asegura.

Eso, pese a los malos ratos que hacen pasar algunos. Podría decirse que los caprichos de las figuronas han alejado a Davis de la ópera, por ejemplo. 'Ya no tengo energía para las grandes piezas del repertorio. Me da pereza afrontarlas', confiesa. Pero tiene cierta nostalgia de Mozart y de las pequeñas joyas: 'Voy a volver al Covent Garden a dirigir algunas óperas de Mozart; para mí es muy cómodo, vivo en Londres, es un lugar en el que he trabajado 15 años y no necesitas figuras, sólo buenos cantantes e inteligentes'. ¿Se puede deducir de sus palabras cierto hartazgo de caprichos de algunos personajes del estrellato operístico? Para responder, surge de nuevo la flema: 'No quiero decir eso, pero quizás debería hacerlo'.

Sin embargo, comprende que ese mundo sea especial. 'El star system se impone en la ópera porque para ese trabajo necesitas talentos y personas especiales, que transmitan sentimientos cantando y actuando. Son gente muy brillante'. De todas formas, aun a costa de cansarse, Davis no ha podido negarse al reencuentro con Mozart, uno de los compositores a los que más gloria ha dado el músico británico: 'Mozart es el oro, el fenómeno más grande de la historia, el Shakespeare de la música', responde. 'Debió ser de una brillantez única, y eso que ha pasado a la historia también por tener una personalidad alocada; pero no me extraña, porque quizás los grandes hombres son los que mejor ven el lado absurdo de la vida', argumenta.

El caso es volver a los grandes. 'Lo decía Verdi a finales del siglo pasado: 'La única manera de ir hacia delante es mirando atrás', cita. Y la frase le viene al pelo para reflexionar sobre la música contemporánea. 'Utilizan demasiadas computadoras'. Eso por delante. 'Los últimos caminos más importantes, los de Stockhausen, Boulez, Messiaen, son demasiado personales, y por eso no ha habido forma de encontrar una sola dirección, un movimiento, sino una manera de expresión propia. No hay un consenso en la creación'. Así que él ve bien la necesidad de volver a las bases, a Bach, a lo anterior al barroco, incluso. 'En mi país, a la época isabelina, tan excelente', reivindica. 'El caso es encontrar una ciencia de la belleza, pero eso ahora es complicado, más después de las vanguardias de este siglo, que todo lo quisieron romper para rápidamente encontrar nuevas formas, en la música, en la poesía, en la pintura'. Por eso, para él, 'Braque y Picasso resultan tan viejos como Brahms, ninguno es capaz de durar, de reposar, todo el mundo va en busca del éxito rápido, de la sensación, del impacto'.

El mismo que causan los directores musicales ingleses, que ven perpetuada su casta en figuras como Simon Rattle. 'La razón de que los haya tan brillantes es nuestro amor a la música. También yo debo tener algo de culpa, porque si la gente ve que puede conseguirlo alguien así, se anima', suelta haciendo gala de su humildad. Mientras, va buscando la forma de retirarse a su habitación sin querer resultar grosero: 'Debería pedir disculpas, pero dentro de una hora y media tengo que comer y ni siquiera he desayunado'. Pues un placer.

Colin Davis, ayer en Madrid.
Colin Davis, ayer en Madrid.GORKA LEJARCEGI
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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.
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